Hoy toca primera parte de una cuento en X entregas, donde X tiende a infinito. Bueeeno, vale, no tiende a infinito, pero sí a 4, o algo así.
He dejado de mirar por la ventana, ya no puedo hacerlo. Muchos dirán que esto es mentira, y físicamente acertarán. Está claro de que tengo facultades físicas de sobra, no soy una atleta pero tampoco hace falta, para levantarme de la cama, subir la persiana y contemplar el mundo fuera, pero simplemente me resulta imposible. No puedo mirar por la ventana porque ya no soporto el exterior, no es para mí mientras tenga que estar aquí. Si miro fuera sólo me torturo con lo que no puedo tener. No es que me preocupe especialmente, sé que el mundo seguirá igual de bello que cómo lo dejé la última vez, así que le reservaré unas cuantas de mis sonrisas cuando decida que puede contemplarlas. Si estoy escribiendo esto, es sólo para acordarme más tarde. Las quejas hace tiempo que pasaron, ahora entiendo que no son necesarias pues no tengo de qué, esperar no es tan malo si sabes cómo hacerlo. Lo que quiero ahora es tener un pequeño recuerdo. Nunca he tenido un diario, pero al menos creo que si tomo nota de esto, en los días venideros me sentiré afortunada en un doble sentido. Afortunada porque mi vida ya será plena, y afortunada porque veré la diferencia, veré el color que llena mi vida. Pasará de estos ocres que están por todas partes, como las hojas marchitas de algún árbol que espera una nueva primavera, y volverán a floreces verdes primero, y luego rojos, amarillos, blancos, y un sinfín de colores en forma de resplandecientes pétalos. Volveré a sentir la luz del sol, que empieza a parecerme una desconocida. Siento cómo mis brazos cada vez tienen menos color. Ahora son una especie de sombra. Muy finos, con la piel más holgada de lo que debería, son casi transparentes. De hecho, si los pongos entre esta bombilla y yo, no tapan por completo su luminiscencia. En fin, vuelvo a mis palabras. La cama se me está antojando una tentación muy grande. Tengo ganas de volver a tenderme a nada. Hace tiempo que la lectura no me satisface. Romeo, Julieta, Calisto, Melibea, Tristán, Isolda, Paris, Helena… todos ellos han pasado a la historia, tanto por la literatura como por mi parte. Los lomos van acumulando polvo y polvo, y los van limpiando. Yo me niego a hacerlo, esas historias antes me hacían llorar, sentir, vibrar, me hacían estar viva. Ahora lo único que consiguen es matarme lentamente. Despedazan mis esperanzas, que deberían permanecer tan puras como el primer día. Estoy pensando en quemarlos, tirarlos, arrancarlos de la estantería para siempre, pero no me dejan. No me dejan mis recuerdos pasados ni mi hermana ni mi madre. Ellas han estado cuidando de mí, pero no paran de echármelo en cara. No paran de decirme que no es sano, que tengo que salir, pero no les haré caso. Sé que me quieren, pero no entienden que no puedo, que tengo que seguir aquí, que entonces será mejor. Esperad un segundo, ahora estoy con vosotros. Ya. No he tardado mucho, ¿verdad? Bueno, probablemente no os deis cuenta, dado que en el texto no se notan estas cosas, pero he estado fumando. A mi hermana y a mi madre no les gusta que fume, y aún menos desde que decidí cerrar la ventana, pero da igual, necesito hacerlo. Es un vicio adquirido, y un vicio de señorita distinguida. Tengo mi pitillera de plata con relieves de rosas, muy adecuados, y un tabaco de importación que viene todos los meses de Cuba. Son ellas las que no aprecian este delicado momento del día en que me dedico a relajarme, pero al menos lo toleran las más de las veces. Yo no soy una adicta al tabaco, simplemente disfruto de una costumbre muy exquisita. De igual modo, no debería decir con vosotros, sino conmigo, ni os deis, sino me dé, ya que esto es para mí. Seré yo la que lo relea dentro de un tiempo, pero bueno, todo el mundo comete deslices, y este no va a ser nada problemático, estoy segura.
He dejado de mirar por la ventana, ya no puedo hacerlo. Muchos dirán que esto es mentira, y físicamente acertarán. Está claro de que tengo facultades físicas de sobra, no soy una atleta pero tampoco hace falta, para levantarme de la cama, subir la persiana y contemplar el mundo fuera, pero simplemente me resulta imposible. No puedo mirar por la ventana porque ya no soporto el exterior, no es para mí mientras tenga que estar aquí. Si miro fuera sólo me torturo con lo que no puedo tener. No es que me preocupe especialmente, sé que el mundo seguirá igual de bello que cómo lo dejé la última vez, así que le reservaré unas cuantas de mis sonrisas cuando decida que puede contemplarlas. Si estoy escribiendo esto, es sólo para acordarme más tarde. Las quejas hace tiempo que pasaron, ahora entiendo que no son necesarias pues no tengo de qué, esperar no es tan malo si sabes cómo hacerlo. Lo que quiero ahora es tener un pequeño recuerdo. Nunca he tenido un diario, pero al menos creo que si tomo nota de esto, en los días venideros me sentiré afortunada en un doble sentido. Afortunada porque mi vida ya será plena, y afortunada porque veré la diferencia, veré el color que llena mi vida. Pasará de estos ocres que están por todas partes, como las hojas marchitas de algún árbol que espera una nueva primavera, y volverán a floreces verdes primero, y luego rojos, amarillos, blancos, y un sinfín de colores en forma de resplandecientes pétalos. Volveré a sentir la luz del sol, que empieza a parecerme una desconocida. Siento cómo mis brazos cada vez tienen menos color. Ahora son una especie de sombra. Muy finos, con la piel más holgada de lo que debería, son casi transparentes. De hecho, si los pongos entre esta bombilla y yo, no tapan por completo su luminiscencia. En fin, vuelvo a mis palabras. La cama se me está antojando una tentación muy grande. Tengo ganas de volver a tenderme a nada. Hace tiempo que la lectura no me satisface. Romeo, Julieta, Calisto, Melibea, Tristán, Isolda, Paris, Helena… todos ellos han pasado a la historia, tanto por la literatura como por mi parte. Los lomos van acumulando polvo y polvo, y los van limpiando. Yo me niego a hacerlo, esas historias antes me hacían llorar, sentir, vibrar, me hacían estar viva. Ahora lo único que consiguen es matarme lentamente. Despedazan mis esperanzas, que deberían permanecer tan puras como el primer día. Estoy pensando en quemarlos, tirarlos, arrancarlos de la estantería para siempre, pero no me dejan. No me dejan mis recuerdos pasados ni mi hermana ni mi madre. Ellas han estado cuidando de mí, pero no paran de echármelo en cara. No paran de decirme que no es sano, que tengo que salir, pero no les haré caso. Sé que me quieren, pero no entienden que no puedo, que tengo que seguir aquí, que entonces será mejor. Esperad un segundo, ahora estoy con vosotros. Ya. No he tardado mucho, ¿verdad? Bueno, probablemente no os deis cuenta, dado que en el texto no se notan estas cosas, pero he estado fumando. A mi hermana y a mi madre no les gusta que fume, y aún menos desde que decidí cerrar la ventana, pero da igual, necesito hacerlo. Es un vicio adquirido, y un vicio de señorita distinguida. Tengo mi pitillera de plata con relieves de rosas, muy adecuados, y un tabaco de importación que viene todos los meses de Cuba. Son ellas las que no aprecian este delicado momento del día en que me dedico a relajarme, pero al menos lo toleran las más de las veces. Yo no soy una adicta al tabaco, simplemente disfruto de una costumbre muy exquisita. De igual modo, no debería decir con vosotros, sino conmigo, ni os deis, sino me dé, ya que esto es para mí. Seré yo la que lo relea dentro de un tiempo, pero bueno, todo el mundo comete deslices, y este no va a ser nada problemático, estoy segura.
2 comentarios:
Uhm... todos los personajes de historias de amor con finales de los no felices, pero con mucho amor, ¿tendrá algo que ver con la hostioria en general?
PD: me han dado unas ganas terribles de fumarme un habanito, y odio el tacabo negro XD
historia* (cosas de escribir tumbada)
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