viernes, 23 de mayo de 2014

Me quité la armadura y me miré al espejo, me esperaba cualquier cosa menos al joven que me devolvió la mirada. Igual que antes, igual que siempre. Tal y como debería ser, ilusiones y sueños intactos, la misma motivación y ánimo de siempre. Como si me hubiera metido en un tarro de alcohol todos estos años, encontré todo tal cuál lo dejé.
El corazón seguía latiendo como años atrás, misma fuerza debajo del pecho, con un ritmo que alternaba trote y galope, y que hacía rebullir la piel entre un cosquilleo. Los mismos dedos ávidos del arado de tinta, las mismas piernas que no se cansan de correr, y todo aquello... ¿por qué? ¿por qué lo había abandonado?
Por una cáscara vacía. Había cogido la armadura, haciendo que me resbalasen las heridas, creyendo hacerme más fuerte. Había batallado mis propios molinos que no pude ganar, perdiendo en ello esperanza, ilusión, alegría y fe. Después de golpes que no dejan huella, pocas cosas marcan. Y había seguido caminando, casi animado por el metal, como un autómata, un paso detrás de otro.
Mi compás era otro, mi latir era otro. Siempre constante, toc-toc, toc-toc, y la dura carcasa se desplazaba en el mismo recorrido recurrente una y otra vez. La guardia alta, y el inerte y frío metal agarrándose como una lata a la piel.
Y es el mismo corazón el que la despierta, el que la anima. Se enfrenta el tic y el toc, el crujido, el latido, el fuego y el hielo, y se cae el armazón de pega. Se despiertan las pasiones y se arma el valor, porque no hay mérito en la mediocridad ni regocijo en la aburrida constancia.
"Ahora serás débil", parecía decirme, sin un rasguño desde el suelo, pero en realidad no lo soy. Soy fuerte para tatuarme mi camino en la piel y dejar que todo el mundo lo vea. Libre para dejar ir a su ritmo a mi corazón sin temor a sus a veces caprichosos pasos, y para seguirle cuando corresponde. Valiente para asumir en mi piel las cicatrices de los errores, y contemplarlas con orgullo según pasan los años.
Porque soy yo el que escribe, yo el que vive, yo el que me grabaré el corazón con los nombres de quién lo merezca.

jueves, 22 de mayo de 2014

Tan cansado de pasear bajo el sol
que decidí hacerme un sitio entre las nubes,
resolví que si no había luz
no encontraría sombra que me asuste.

Y tras tantos años de vagar en penumbra,
de adecuar los sueños al color del gris,
de masticar y tragar las pasiones,
y vomitar en color carmesí,
resulta que soy una sombra,
sombra de aquello que fui,
y por opacar mi camino
me asusta la luz que hay en ti.

Me quemo, me hielo y me pierdo
borrado en un sueño febril,
quizás me acerqué tanto al negro,
quizás me alejé y te perdí.

En la fría penumbra yo miro
pensando si habrá para mí
alguien cuya luz sea tan fría
que pueda conmigo compartir.
Are you of my size?
Mind if I try you?

martes, 20 de mayo de 2014

¡Guapa!
Sí, tú.

Alas de trapo



La gran ciudad seguía ejerciendo su influencia sobre él. La monotonía, el pesar de los días, el ruidoso silencio de los coches, la cháchara intrascendente y las mentiras mal contadas lo apagaban. Como un pájaro en un invernadero, al que se le hace de noche y cuyos correosos inquilinos extienden su influencia hacia él, adormeciéndolo hasta morir. Porque si no hay fuerza, si no hay vitalidad ni esperanza, ¿de qué sirven las alas?
Los días pasaban, uno, y otro, y otro, tenían números y nombres, que permitían distinguir lo indistinguible, una marca en el tedio. Todo se repetía, la ciudad gris y opresiva, las mismas caras con un aire de alegría y ocupación que acababan por desconcertar. Siempre ocupados en cosas intrascendentes e importantes a la vez.
El cielo, hacía mucho que no veía el cielo… Desde la última vez que había volado, quizás más. Ahora las luces, el humo y el polvo formaban una capa densa, opaca, que tapaba el cielo, y parecía calar la esperanza con brea pegajosa.
“Para poder volar tienes que tener permiso”
“Para poder volar necesitas aprender antes los rudimentos”
“Volar es peligroso si no llevas casco y no lo haces por los sitios autorizados”
Cualquier libro moderno te podía decir esto y mucho más, el dogma se había impuesto. Se intentó desperezar, lánguidamente, constreñido en su reglamentaria indumentaria. Se preguntaba si aún estaban ahí, como antes. Desde que empezara a estudiar no le habían permitido volver a intentarlo. Todo el mundo debía llevar una cincha de cuero reglamentaria A-231, que pegara las alas al cuerpo de forma anatómica, y que no molestara a otros viandantes.
Volvió a su cuarto. Era el día 1325 después del accidente. Llevaba la cuenta, aunque no sabía por qué, le parecía algo importante. Quizá porque quería recordar, quizá por la insana costumbre de etiquetar y acotarlo todo.
Se tiró en el sofá y encendió la televisión. O lo habría hecho, si el mando hubiera querido funcionar. Fantástico, nada funciona en este mundo… Levantó su ropa de encima de la silla y la cama, revolvió su armario y sus cajones, debajo y encima de los muebles, pero no consiguió encontrar una batería.
Al final sucedió sin querer. Nunca miraba allí, evitaba mirar allí. De hecho aquél rincón no pertenecía a su habitación, le habían dicho. Y sin embargo, después de tanto tiempo evitándolo, ahora no podía apartar la vista. Tres tablones de madera, cubiertos de polvo y sujetos por clavos. Detrás de ellos, una promesa.
Antes de darse cuenta ya los estaba quitando. Se levantó un par de uñas en el proceso, pero estaba como poseído, en un sueño, y apenas sí se dio cuenta de que sangraba.
Levantó el primer tablón, y la luz, una luz de verdad, se coló en la habitación, cegándolo sin llegar a detenerlo.
Levantó el segundo y llegó el aire. Brisa y aire puro que entraban ahora a raudales purificando el viciado aire de la estancia.
Levantó el tercero, y llegó ella. “Vuelve”. Una sola palabra que era suficiente. Una sola palabra para recordar su mundo. Una sola palabra para vivir.
Se quitó aquél armatoste estúpido de la espalda, y comprobó con espanto que apenas le respondían las alas. Atrofiadas, caducas, demasiado tiempo… demasiado tiempo sin volver a casa, sin ser él mismo, sin vivir…
Miro hacia abajo con temor  y respeto, la caída era, sin duda mortal. Estaba a punto de echarse atrás.
“Ven a mí”
Saltó, de nuevo sin pensar. Intentó extender las alas. Intentó no pensar en caer, sólo en volar, sólo en llegar a ella.
¿Voló? ¿Cayó? ¿O acaso le recogieron?
Dímelo tú.

miércoles, 14 de mayo de 2014

A donde voy a ir,
qué debo aguantar
qué quiero querer,
qué puedo esperar...

¿A ella?

martes, 6 de mayo de 2014

Me tocaste el corazón por un instante,
me he quedado casi inerte de esperarte,
casi ronco de llamarte,
casi ciego de buscarte,
perdido en mis temores.

He soñado, he querido y deseado,
tanto he reído y llorado...
podría decir que he vivido,
y, sin embargo, sólo respiro,
no siento.

He caminado sólo y acompañado,
visitado mil lugares,
navegado ríos y mares,
y tantas veces he volado.
Y sin embargo, no llego.

No llego a sonreír,
no llego a estar completo,
soy consciente, desespero,
no llego a ser feliz.
No puedo sin ti.