viernes, 29 de mayo de 2009

100-1

Pues, por si alguien lo dudaba, soy raro hasta para esto. No voy a "celebrar" la tira 100 sino la 99, porque lo otro está muy visto, porque me sale un número capicúa y porque me sale también de otros sitios menos nobles. 19 el año pasado, diciembre tan solo, y 80 este (más de la mitad en mayo, el mes de exámenes, saquen sus conclusiones). Simplemente, aunque sea típico, agradecer a todos aquellos (eso cuenta que hay más de uno, hipótesis arriesgada, sí, pero tentaré a la suerte) que leéis y comentáis (sí, de vez en cuando lo que escribo merece ser comentado, no muy frecuentemente), incluída gente que lo ha ido leyendo (puede que todo) desde el inicio. Desde mi refugio en el norte espero seguir escribiendo hasta que se me agoten las ideas, la tinta (digital, que es difícil pero bueno), el blog (nunca se sabe), o los dedos, sin los cuáles no me sería posible estar escribiendo hoy aquí cuando debería estar haciendo algo más productivo. Por todo ello y mucho más, que no soy dado a explayarme, ni voy a mentar a nadie (en parte para que no se ofendan los no mentados, en parte para que no se ofendan los mentados), agradecer que hayáis leído hasta aquí, y espero llegar a la 199 por lo menos =).

¡Saludos a todos!

miércoles, 27 de mayo de 2009

Ordenador del demonio

Avatares de la tecnología, lo que debería ser una anécdota de perros no es tal. Mi móvil se niega a conectarse a mi ordenador, no se deben de gustar, o algo, pero a mí me tocan las narices sobremanera. También debería estar escrita hace uno o dos días, vale, que no escribo nada, pero es que o estoy vago o tengo cosas que hacer o las dos, y mi recién conseguida DS con juegos no ayuda a que mi tiempo para escribir se dilate, sino todo lo contrario. El caso es que, correspondiendo con llegar tarde a rugby (por haber quedado con ciertas personas y liarme, como no), de vuelta a casa a coger mis cosas se me ocurrió escribir una entrada, como tantas otras. El problema viene cuando a mí móvil no le da la gana de conectarse a mi ordenador, o a mi ordenador no le da la gana de que mi móvil se le conecte, no estoy seguro de cuál de las dos es. Las novedades tecnológicas son muy interesantes, pero creo que es la plaga definitiva enviada por Dios (que, recordemos, no existe) para acabar con la raza humana, o al menos su paciencia. Cantidad de tardes perdidas delante del ordenador cambiando claves de IP, llamando al servicio técnico, reiniciando el ordenador y, sí, como decía enjuto mojamuto, encendiendo y apagando el router. Demasiadas tardes de solitarios, buscaminas y demás chorradas para que se conecte a internet, patallazos negros (igual que los azules pero más de mi estilo, no os alarméis) tras horas de trabajo o de juego. Parece que pida a gritos que le peguemos pero, como nos ha costado dinero, tenemos que pagarlo con otras cosas o personas que no nos han costado dinero (la esclavitud ya fue abolida, sino, lo haríamos igual, preferimos pegar a personas). En definitiva, hay veces que me dan ganas de tirar mi ordenador por la ventana. Si veis que en mucho tiempo no escribo (recalcando el mucho, que soy muy vago), es por eso.

martes, 26 de mayo de 2009

Buenas noticias

Tras los tres días de incertidumbre y fiesta (bueno, vale, más fiesta que incertidumbre) se resolvió el dilema. Ya no hay más que ver lo que tocó, y no estuvo mal. Repetimos lo del año pasado, 9,125 (toma ya, pocos decimales), y a correr que se dice. No están mal los resultados, de hecho me doy con un canto en los dientes, ya tengo lo que necesito para estudiar cualquier cosa, creo. Sólo cabe destacar la anécdota del 8 en mate, que no dejá de ser curioso por haber ganado la olimpiada matemática, pero que tampoco me quita el sueño. Mejores notas (por poco) en asignaturas de letras que de ciencias, manda narices... pero enfin, seguiré cómo hasta ahora (no me refiero a sin dar un palo al agua, aunque si se puede también, que no está de más), ciencias y p'alante!
Por otro lado, me quedo también con el detalle del accésit de filosofía, que me dieron pero que no me llegó antes por culpa de un correo que no tienen (y que no sé por qué). Alegría y rabia a la vez. Alegría porque pensé que no me había tocado ni la hora. Rabia porque me dijeron que creían que había quedado el primer accésit, véase a un paso del tercer premio, y su correspondiente remuneración económica (que por otro lado se hubiera diluído en el metalway, que va patrocinado por mis padres). Enfin, no estuvo mal para ser un día normal. Ahora papeleo, papeleo y... sí, más papeleo.

lunes, 25 de mayo de 2009

Partido de dos tipos

Ahora va de cachondeo (y cuándo no, os preguntaréis). Estaba yo navegando por internet tranquilamente, recayendo en la página del as, que miro un par de veces al día, cuando encontré un titular que casi se me atragante de la risa "EEUU propone a Irán jugar un amistoso". Ahí mi imaginación se dispara. Primero empiezo a pensar en EEUU. No puede ser a otro que Obama, el Zapatero norteamericano (sólo que ¡él puede!), con su talante (que no el mío, que es más bonito y que si me acuerdo o me lo recuerdan pondré algún día aquí) al que se le haya ocurrido la brillante idea de semejante partido. El buenrollismo es una virtud que, fuera de colectivos pequeños, véase nivel empresarial, internacional y semejantes, resulta estúpida y fuera de lugar, y aquí tenemos un ejemplo de ello. "Oh, juguemos contra ellos, ¡seguro que si nos dejamos ganar nos hacen caso!", casi me imagino la bobillita iluminándose en su cabeza, si no sé cómo aún no es santo, o aún mejor, Einstein (es mucho más venerado y venerable este último, sin lugar a dudas). De los iraníes sólo me quedó pensar en la cara de "estos nos están tomando el pelo" o similar. No sé, pero a mí me resultaría cómico, casi pensaría que hay gato encerrado. Igual ponen a jugar a algunos del FBI o la CIA o algunas otras siglas raras que tan de moda están siempre en los EEUU (país de siglas). Luego, como es lógico, me quedó pensar en la naturaleza del encuentro, propiamente dicho. Sería un amistoso. ¿Eso quiere decir que sólo irían con ametralladoras, sin utilizar armamento nuclear? (¡ah no! Es verdad, que no tenían). Pensando pensando me imagino al portero iraní tirado en el suelo con un dragunov (versión francotirador de la manufactura rusa AKA AK) y pensando "je, a ver quién es el listo que marca ahora". Estoy seguro de que el resultado no sería muy abultado (si lo medimos en goles, no en bajas), pero entretenido sería un cacho. No es bloodbowl, al que por cierto no he jugado nunca, pero estaría dispuesto a verlo. Todo por el coleguismo que exportamos con Zapatero a medio mundo, y que ahora se quiere cobrar en concepto "somos igual que Obama votanos, si quieres hasta nos hacemos twitter para que nos sigas, aunque suene muy religioso eso de seguir, y somos laicos y pro-aborto". Enfin, esto de las relaciones internacionales me parece demasiado complicado, creo que prefiero ser futbolista que político.

Perdiendo tiempo

Si la wifi de mi instituto funcionara un poco mejor (si funcionara) estaría escribiendo esto desde el salón de actos, serían las 11.15 de la mañana, y poco más cambiaría. Desgraciadamente no tira, y tuve que estar atendiendo un poco más de la cuenta. Hoy tocó ensayo de la graduación. Ejem, bueno, "ensayo". Realmente de ensayo no tenía nada, nos sentaron a todos y nos dieron un número (como si de la tómbola se tratase, pero no, no podía haber suerte) y nos indicaron que teníamos que levantarnos, recoger el diploma y la cinta y volver a sentarnos. Dificultad extrema. Mi clase, por otro lado es la primera, así que nada, a desfilar abriendo la marcha, tontería de acto pero allá que se irá. Sigo sin creerme que vaya a llevar traje... qué vida más dura, pero bueno, sólo es una vez (aún no descarto pasar a las tantas por el sitio de siempre, pese a lo cantoso que podría quedar). Un recreo perdido inútilmente para sentarme en una sala llena de gente de mi edad (yuhuuu). Es impresionante la forma de perder el tiempo. La clase de filosofía se diluyó en nada, pues como sólo la mitad fuimos, y la mitad de la mitad (yo no) había hecho algo, no había grandes esperanzas. Ya podían haberme dejado irme una hora antes, que se hubiera agradecido bastante más. Pero bueno, se acabó el peloteo, ya no hay que hacer más teatro. Haré y diré lo que me dé la gana, porque el instituto para bien y para mal (más lo 1º que lo 2º) quedó atrás. Puedo escoger a lo que voy a ir y a lo que no, y me temo que a lo sumo será una semana, dos forzando, lo que acabe yendo a todas las clases. Desesperanza supina (y lupina) de madrugar y tener que ir al coñazo que supone.

domingo, 24 de mayo de 2009

Felicidad de alquitrán

Estoy sentado, como un domingo más, delante del ordenador. Pienso mientras intento dejar reposar un poco mi cuerpo de los excesos del día anterior. Recojo las últimas noticias que me llegan del mundo y comparto opiniones con otras personas del mundo (milagro, ¡red de redes!). Escribo también, a ratos, según me apetece (o más bien según me dejan mi cabeza y mi musa). Cada vez veo como se desgrana un fragmento más de este domingo que precipita irremediablemente a un nuevo inicio de semana. Semana en la que tendré que volver a madrugar, a estudiar, a jugar al rugby... en definitiva, a vivir. Va mi pensamiento entonces en pos de una idea (cuál gigantesca bola de piedra rodando tras el intrépido "Indi", sólo que, a diferencia de esta, la idea no puede apartarse), la propia vida. Puede resultar un poco ambiciosa, por eso la disecciono, separando uno de sus tejidos para estudiarlo. Cojo pues la vida de las personas para examinarla y, por seguir siendo demasiado amplia, decido que quizá sea más curioso el uso que la gente le da a la vida. En concreto, ese uso particular que consiste en pisar al prójimo como si no pasase nada.

¿Por qué lo hacemos? No cabe duda de que, como todo, se puede remitir a un fin último, la felicidad. Unos pisan por obtener la felicidad y otros no lo hacen. ¿Diferencia? Considerando mi caso (no me parece que deba contarme en el primer grupo) obtengo, curiosamente, la particularidad humana como respuesta. Yo no piso, pero no por tener reparos, por miedo a represalias o por ser lo "bueno", sino porque no haría feliz. No considero que pisar a alguien fuera a mejorar en algo mi felicidad ya que, de otro modo, ya lo habría hecho. Quiero la felicidad por encima de todo y todos, sí, pero mi felicidad viene con la felicidad del resto, no con hundirles.

Así pues, ¿en qué consiste tu felicidad?
Soy y acaso no soy yo, tiéntalo al pensar en la cruda realidad que me altera, que es tener el corazón metido en la nevera, congelado entre barrotes de hielo y empalado en una cruz de madera. Bajo la tenue bruma todo se vay nada queda, muérdago de alambre que pincha y que hace sangrar mi vida entera. Crezco entre espinos y espero que mi amor florezca, pero la belleza duele y me pinchan las flores traicioneras. Resisto cuanto puedo con el pecho ya blandito, que de tanta mala hierba, no ha querido la alegría brotar, y enraíza en mis sentidos el sabor del dolor y la aridez de la tierra.

De trampas va la cosa

Pues a ello vamos, a las trampas. ¿El origen? Yo mismo, que me sirvo de inspiración y todo (algún día me vestiré de muso, si es que los musos tienen algún tipo de ropa específica, que no lo sé...). Porque a mí también me gusta el camino fácil de vez en cuando (vale, siempre, pero tengo algunos reparos, y cosas así). No es por copiar exámenes ni nada así (que por otro lado tiene una dificultad nula en el curso en que estoy), aunque el último test que hice era imposible no copiar, se veían demasiado bien las respuestas. Se trata en este caso de mi otro blog, en el que por no romper la racha de actualizar día a día (en el tercero no hubo forma ya...) actualicé con una "a" (no, no fue un error, por si alguien lo había pensado) para editar hoy. No es que haga daño a nadie, ni tenga graves consecuencias, pero muestra la tendencia a seguir el camino fácil. No habría tardado más de 3 minutos en haber subido eso, y no habría sido ningún trauma ni esfuerzo sobrehumano el hacerlo, pero era más sencillo hacer eso y dejarlo para mañana, que es hoy. Solucionado el asunto se queda como una cosa anecdótica, que además, de no estar pendiente ni se nota. El camino fácil es, sin duda, mucho más cómodo pero... ¿hasta que punto es rentable? No voy a referirme a este caso, cuya rentabilidad no tiene nada de especial. Podría caer por ejemplo en "la mano de dios" (para los menos ilustrados en fútbol, el gol que marcó Maradona con la mano y que le dio un mundial a Argentina). Sí, desató la euforia, y estoy seguro de que ningún argentino habría preferido que no lo hiciera, pero eso no quita que vaya a ser recordado de esa forma. Esa desafortunada actuación le marca, al igual que todas nuestras acciones, y al igual que hubo gente encantada con ella, por beneficiarse, se dio por supuesto el caso contrario.
Se debe considerar siempre a quiénes benefician y a quiénes perjundican los atajos, así como la magnitud de los mismos. Nunca he sido un santo, pero tampoco he sido un diablo (de momento no vivo en el inframundo), pero sí me considero consecuente y responsable de mis actos. Considero también que, en última instancia, si todo el mundo se atiene a este patrón y a lo que es "bueno", dentro de lo distinguible, no tendremos problemas a la hora de lidiar con decisiones de este tipo.

viernes, 22 de mayo de 2009

Intereses contrapuestos

Las clases de verdad agonizaron en su día, y murieron. Mucho festejé el dejar de madrugar por las mañanas (durmiendo, como es menester para tal evento y algarabía), el tener tiempo libre por las tardes y ninguna tarea salvo la de estudiar, que acabé relegando también a día sí, día no, o algo parecido. Mi tranquilidad era bastante amplia, y con motivos para ello, por mucho examen que hubiera. Me levantaba, miraba lo correspondiente si apetecía, sino no, y luego a horas de examen y olvidarse de ese, a por el siguiente. Tónica general, no demasiado mala pero tampoco demasiado buena.
Ahora sin embargo les ha dado por renacer en pro de un nombre que tengo más que trillado: pau, o selectividad, a gusto del consumidor, el hábito no hace al monje. Clases de repaso las llaman, y cada profesor tratará de apropiarse de las que considere necesarias. Repartiendo, salen 3 de mates, que parecen más de las que deberían a mí persona y alguna otra y normales y escasas a la profesora y alguna otra persona. Caen las 2 de filo normales, que nadie protesta, y que se harán si se considera. Y luego toca la guerra. Dos o tres clases diferentes, con asignaturas comunes y diferentes, y ese no es el único problema. Dependiendo de la persona, hay quién quiere ir todos los días a biología (morirse de asco a veces parece un pasatiempo). Hay también quién dijo que prefería ir a primera por aburrimiento (personalmente, el aburrimiento de ese estilo no recae en mí, más que nada porque algo encontraría para hacer, y en su defecto, con más suerte, estaría durmiendo y dejando reposar ideas.
Pienso hacer la plataforma SEUT, entiéndase como la Selectividad Es Una Tontería. Ejemplos notables: esta mañana examen de química (con media hora de margen, y contando que tenía un sueño que no me tenía en pie...), pijada del siglo que apenas había mirado, y que con 3-5h de estudio se llega al 10 sin problemas. Examen de lengua: tontería mayor, el problema es el tiempo, y por mucho que entrenes poco se mejorará en escribir rápido o en detener el tiempo, aunque me afanaré por lo segundo, que no suena mal. Filo e inglés van de la mano de lengua, como corresponde, aunque sin tanto apuro temporal, y bio y mate van de la mano de química en tontería. Estoy cansado, y me renta bastante más una hora en mi casa que la mayoría de las que voy a dar.
En definitiva, toca guerrear para armar un nuevo horario con el que poder estar conforme e ir saltándome clases a la torera que no quiera, frente a los "asistentes". Recurriré en última instante a la frase de Braveheart, a tono y suficientemente épica "podrán quitarnos la vida, ¡pero no nos quitarán la libertad!" (AKA "podrán quitarnos la vida, ¡pero no nos quitarán el Eristoff!").


PD: agradecimientos a Lurilla, que milagrosamente consiguió que me levantara hoy para hacer el citado examen quimiqueril.

jueves, 21 de mayo de 2009

No trabajes tanto...

Es algo que pensaba ahora. No pienso trabajar demasiado ni esforzarme demasiado en algo que no quiera. El típico "el que algo quiere algo le cuesta" le puede ir costando a otro. A mí no me apetece, no me da la gana de que me cueste. Ya pago bastante con mí misma persona y personalidad, que no son lo mismo, como para encima tener que pagar con mi propio curro. Esforzarse por nimiedades vanas no es mi estilo, hay cosas que compensan y cosas que no, y hay que tener en perspectiva los 25 años (dudo que nadie que haya leído mi ángel lo entienda, pero ahí queda). Se trata de disfrutar mi existencia con hechos. Cada vez intento pensar menos. Bueno, no, en realidad pensar lo mismo. Sólo que guiarme menos por lo que pienso y más por lo que quiero. Me he quejado mucho de gente que hacía esto mismo, lo sé. De hecho, me pienso seguir quejando hasta la eternidad o hasta que me canse, lo que llegue antes, porque nunca me pareció más verdad que ahora, y tampoco menos. Pero, mi caso es el contrario. Y me jode, me jode mucho. Me jode no ser capaz de actuar, no ser capaz de dar pasos hacia adelante hacia donde quiero por pensar demasiado en las consecuencias. Creo que me voy a poner como máximo una semana, y ya es muchísimo, para pensar. Si pasado ese tiempo no he llegado a una conclusión razonada de lo que debo hacer, haré lo que me parezca. Eso en casos extremos por supuestos, otros se pueden despachar en cinco minutos. Y yo feliz. No era mi intención inicial decir esto, y tampoco es que arregle nada, pero aquí está.

...que me va a dar un infarto

miércoles, 20 de mayo de 2009

Orcos de mordor, ¡atacad!

La situación era complicada. Los fragmentos del ejército estaban diseminados a lo largo de todas las regiones, y había muchas partidas de caza aisladas del resto. Para corregir en parte este problema, se tomó la inciativa y se destrozó la resistencia en Rohan, aplastando los orcos de Moria a los pocos humanos que intentaron hacerles frente. Tras este primer intento, y a tenor del enfrentamiento de los diferentes reinos humanos en Eriador, se pudo continuar la invasión. Rohan cayó, y el siguiente punto en ceder fue Rhovanion. Con las comunicaciones portuarias en nuestro poder y los territorios centrales, los humanos quedaron divididos entre el norte y el sur. Lo siguiente fue hacerse con la zona Rhun, que supuso un mero trámite, y de inmediato se inició la lucha en el bosque negro. Los traicioneros recovecos entre los viejos árboles nos depararon más de una derrota, pero al fin pasamos por la sierra a árboles y elfos y el bosque negro cayó en nuestro poder. Fue sólo cuestión de tiempo que los corsarios de Umbar entraran en Eriador y lo limpiaran. Después fue el turno de conquistar al completo Haradwaich, adquiriendo pleno control de los olifantes y hombres del sur, que se sumaron a la causa. Con este apoyo, la caída de Gondor fue inminente, y sólo Arnor quedaba en pie para hacernos frente, amén de una pequeña región de nuestro propio reino. El primero fue sitiado desde Moria, Eriador y Rohan y su caída fue rápida. El último fue el escenario de la última resistencia en Nurn, que se saldó con el dominio de la Tierra Media.
Recogimos el Risk y volví a mi casa, primera mañana bien empleada. Victoria del mal (es decir, mía, como no cabía esperar otra cosa) y a por un merecido tentempié. Antes, descubrí que cada vez me gusta menos Borges. No soporto la ambientación ni las motivaciones y disquisiciones filosóficas de los personajes, y eso es más de lo recomendable para su lectura. Tiene algunas cosas interesantes, pero creo que no es para mí.
Sin más, born to be free.

martes, 19 de mayo de 2009

¡Y va por mí!

Sí, porque me lo merezco, y el que diga que no que deje de leer aquí, que no es para él esto. Porque el ego me ha llegado hasta arriba, estoy llenito y contento de ello, una vez al año no hace daño. Puedo decir libertad, libertad por que acabé los exámenes del BI. Hoy hice el último, con más pena que gloria, pero bueno, ya será lo que sea y me dirán el 6 de julio si tengo un papelajo más para empapelar la habitación. Me quedan dos exámenes para subir nota, pero bueno, la idea es simple: voy con mi cara bonita y sin estudiar nada y hago la quiniela (o sería el caso si fueran tipo test, en su defecto, me invento una historia.). Hasta la selectividad, o una semana antes, si me veo tan necesitado de estudiar, que tampoco tiene nada de especial, no pienso volver a tocar un libro. Tranquilidad, relax, y disfrutar estas dos semanas que tengo llenas de cosas finales. Graduación, graduación de un amigo, espicha de rugby, cumpleaños... todo a lo grande, ande o no ande. Ocuparse días y días, libertad, relax, y algún día pasarse por clases por las mañanas.
Y ahora la novedad, lo que no esperaba para hoy. Son las doce y media de la mañana. He salido del examen y tras pasar un rato tranquilo, me he ido a casa. Dejé las cosas de escribir exámenes allí y cogí las de escribir, no sé por qué, pensé que igual hacía algo. En este caso, pensé mal. Hemos subido al cerro a tirarnos en el prado. Muy bonito todo, pero me empiezan a picar los brazos, maldita hierba. Suena el móvil, aquí tenemos a forraje arrancando la melodía. Nadie presta atención, todos contentos, como no podía ser de otro modo. Nº privado. Quizá podría fantasear con una admiradora secreta, pero siendo realistas lo más probable es publicidad, movistar y basuras así. Nada más coger ya me interrogan. ¿Eres Carlos de la Calle? Sí (para qué negarlo, me llamo así). ¿Has presentado un cuento que se llama la ecuación del alma al concurso del Jovellanos? (aquí ya se empieza a sospechar) Pues sí. Ve el jueves a la entrega de premios del concurso. ¿A qué hora? A las 12.30. Vale, iré. Enhorabuena, hasta luego. Ei, un segundo, ¿puedo saber en qué puesto quedé? Quedaste primero, ganaste, pero no se lo digas a nadie. De acuerdo, gracias, hasta luego. Reprimida un poco la alegría por momentos, aquí estoy feliz cuál perdiz, realmente no sé si me darán algo, ni qué me darán, pero he ganado, y me sirve bastante. Alegría de martes por lo que vamos sumando.

lunes, 18 de mayo de 2009

¡Manos arriba! Esto es un...

...¿libro? Sí, justamente es eso. Estamos en crisis, o eso dicen, a mi 40 euros me llevan sabiendo a poco más de un año, y creo que de dos, así que no noto la diferencia de estar muy pobre a pobrísimo (en secreto sospecho que no la hay, pero shh, que luego vienen de la oposición y me pegan), pero sin embargo a gente a la que sí le afecta, y bastante, esta escalada radical del paro (vaya, el pleno empleo cada vez se oye menos...). Sin embargo, esto no se nota en los precios. Los que más simplemente no han subido, los que menos ya no se pueden ni mentar sin imprecaciones. Los libros no son una excepción. Artículos cuyo precio no debería ser demasiado alto (por coste, mayoritariamente hablando) se alzan a precios estratosféricos. Tampoco sirve la excusa de imprimírselos en casa porque, como leí una vez, me sale más barato pedirle a Reverte que me manuscriba el maestro de esgrima a comprar la tinta necesaria. Yo tengo la mala costumbre de leer. Me gusta leer, disfruto leyendo, pero no pagando los precios abusivos que cada vez más se piden. Estoy harto de la explotación a que se somete a los libros, que llevan anclados mucho tiempo en las dos cifras, y rondan ahora los 20 euros (¡casi nah!), sin intenciones de bajar. Sí, podría haberlo dicho mucho antes, y podría haberlo dicho mucho después, pero lo digo ahora. Hay en concreto dos razones que me han llevado a vomitar aquí mi indignación.
El primero de ellos es lo que he oído acerca de la leyenda del buscador. La nueva serie de... ¿telecinco puede ser? Bueno, realmente no tengo ni idea, pero sé que hay libros. También sé que de cada libro en inglés van a hacer dos español, y no me cabe duda alguna de que es para cobrarnos (aún) más por ellos. Me pregunto hasta donde habremos de llegar.
La segunda es por los regalos envenenados. Cada día se van aparcando más sagas en mis estanterías, completas e incompletas, y estas últimas duelen. Duele no saber lo que es de los personajes que llevas tiempo siguiendo, pero hay cosas difíciles. Tengo por un lado mangas (ahora una nueva serie, de la que me han regalado los 3 primeros volúmenes) que dejé de comprar, véase FMA. A los... 7 u 8 euros que está el tomo, y ritmo al que los sacan, calculo que me sale más o menos a ruina. Tengo también un libro de Salvatore bien bonito que vi en las tiendas, enésima saga de este autor del que tengo hasta ahora todo de reinos olvidados, pendiente de comprar. El tercer libro de las naves de la magia, de Robin Hobb, autora totalmente recomendable, reposa en las aguas mansas de mis estanterías, junto con su compañera las naves de la locura, pero falta la tercera parte. De Eragón ni hablamos, que un chaval que no sabe escribir demasiado bien y que empecé a leer también de pequeño tenga sitio en mi estantería, y encima sean 4 y no 3 los libros... menos mal que me han dejado hoy el 3º. Y ahora uno nuevo más, aparte de los mangas, aparece desde reinos olvidados para seguir con el acoso furioso a mi capital y a mi estantería. Ya no sé qué voy a hacer, me gusta leer pero... ¿desangrarme?

Las naranjas maduras del abuelo IV

Cuarta y última entrega de este pequeño cuento.

Mi hermana entró en mi habitación, como de costumbre sin preguntar, pero retomó la pelea de hace diez años, como si no hubiera pasado nada en medio:
-Estoy harta –dijo con su tono de sabelotodo- hoy se cumplen trece años y sigues igual, crece de una maldita vez, no va a venir.
-¡Sí que va a venir! ¡Me lo prometió! –contesté con convencimiento.
-Despierta de una vez, las promesas están para romperlas, eso es lo que siempre ocurre –contrastó con tono ácido.
-Nada de eso, él la cumplirá, estoy segura –me crucé de brazos para darle fuerza a mi afirmación.
-¿Ah sí? ¿Y cómo estás tan segura? –dijo aún más irónica.
-Porque me ha regalado esta pluma –señalé alzándola.
-Esto –dijo cogiendo a un tiempo libreta y pluma- no sirve de nada.
-¡Dámela! –le urgí con una ansiedad que hacía mucho tiempo que no sentía.
-Oblígame –me retó burlona.
Forcejeamos durante unos minutos, en los que me di cuenta de que su supremacía física era innegable. Fue entonces cuando, palpando, cogí de la mesa un cenicero de ónice, que también me había traído el abuelo, esta vez de las selvas del Senegal, y la golpeé con él. La golpeé una sola vez, y no muy fuerte, pero cayó al suelo redonda, y no se levantó. La llamé muchas veces, la agité, intenté en vano que se recuperara. Estaba muerta. Entonces pensé que si la veía mi madre se enfadaría mucho y no me dejaría seguir esperando. Fue entonces cuando la decidí alejar de la casa. La arrastré hasta la puerta, la abrí y, haciendo gala de una fuerza que no creía necesaria, logré dar un paso fuera, y otro, y un tercero, sacando por fin el pesado cadáver al completo. Estaba a punto de darme la vuelta, no aguantaba el aire libre, pero entonces una maldita y desafortunada corriente de aire me cerró la puerta. La arañé, golpeé y traté de mil veces pero no se abrió. Y aquí estoy, desesperada junto al cadáver de mi hermana. Sé que no vendrá, pues ya no puedo esperarle. Le he fallado y me he fallado a mí misma de una manera que no creía posible. Ya no aguanto más el aire… ya no aguanto más el sol… este no es mi lugar, lo repito…




Fragmento de una libreta encontrada
el 25 de Abril de 1874 en Jacksay un,
pueblo a las afueras de Birmingham.
Prueba nº 1 del asesinato de Jane
Daniels por su hermana Camile
Daniels, y el posterior suicidio de la
homicida. Junto a ella, los cadáveres
de ambas, una naranja recién caída
del árbol y una pluma antigua que
no funcionaba.

domingo, 17 de mayo de 2009

Las naranjas maduras del abuelo III

Tuve también una crisis que lleva contando ya su historia diez años. Entonces tenía yo dieciocho, y sólo tres le había estado esperando. Mi familia no paraba de repetirme que esperaba en vano, y me lo llegué a plantear. Me pasé mucho tiempo encerrada llorando, discutía constantemente con ellas, me repateaba que no me creyeran, pero yo sabía que, sin ser montado a caballo, como ironizaban, volvería mi príncipe azul para llevarme con él. Estuve a punto de abandonar, pero los recuerdos de aquellos días tan felices me hicieron prevalecer. Hice que mi voluntad se impusiera y no me alejé de la propiedad familiar. Tenían que respetarme, en base a mi parte de la herencia del abuelo. No podían echarme, y tampoco convencerme, así que al final, con los años, se han ido convenciendo de que es mejor dejarme, me alegra que vean que seré feliz de nuevo.
Aquellos días fueron los mejores de mi vida. Siempre fui una chica tímida, y no muy agraciada, pero aquello a aquél joven no pareció importarle. Siempre atento, siempre dedicado, me recitaba poemas y me cantaba canciones, con una voz que, pese a lo ordinario, nunca olvidaré. Se desvivió por mí durante mucho tiempo. Me regaló esta pluma, prometiéndome que de aquí saldría algún día una historia fabulosa, sólo tenía que dejarla hacer. Finalmente, un día compartimos un momento maravilloso, lo recuerdo como si fuera ayer, perdidos en el monte que aún podría contemplar desde mi casa, si me asomase a la ventana, claro está. Al día siguiente se tuvo que ir. Sus padres se mudaban y él con ellos. Me prometió que regresaría, y me hizo prometerle a él que lo esperaría. Así ha sido, le he esperado pacientemente y lo seguiré haciendo, hasta que el destino y lo que quiera que lo tenga retenido le deje volver a mi lado, de donde nunca debió irse. Esperad un segundo, viene mi hermana.
No, no puede ser… la puerta esta cerrada, ya no puedo entrar… ya no puedo quedarme a esperarle como le prometí, se ha cerrado mientras estaba fuera y no puedo volver a entrar. No aguanto estar fuera. No tengo nada que hacer, no puedo esperar… odio el aire libre, me hace daño. Estoy sentada sobre la hierba, doliéndome del jardín que antes amaba. Necesito estar en mi habitación, pero no puedo… Sólo me queda garabatear en este estúpido cuaderno, con esta estúpida pluma. Y… ya no sé qué decir, ya no sé qué contar, mi espera se acaba de apagar de golpe, como la vela a la que un soplo de corriente corta de sopetón, sin permitir que se consuma toda su cera y su mecha, como el caracol, que avanza durante horas en dirección a las verdes plantas, y una mano distraída y poco atenta lo devuelve a la posición inicial, destrozando esperanzas y sueños. Así me he quedado yo, vacía de unas y de otros. No tengo mucho que agregar a lo ya perdido. No tengo más que narrar pues se ha perdido ya todo lo que merecía la pena. Quizá… sí, quizá debería escribirme todo lo que ha pasado ahora, para que cuando despierte de esta amarga pesadilla recuerde esto y me pueda reír, reír de lo estúpido de este maldito sueño del que despertaré…

sábado, 16 de mayo de 2009

Es curioso
como al empezar la mañana
uno encuentra mil razones
para quedarse en la cama
y ni una sola que permita
levantar la mala cara
y atender al día
que maltrata las sábanas,
hurga en las heridas,
los cristales los empaña
y revienta los sueños.
¡Qué desgana!

Lluvia

La lluvia... ¿Qué decir de la lluvia? Pues lo primero, pasaré por obviar todo ese rollazo de la condensación y el ciclo del agua, que ya está muy trillado. A modo personal, ya que hoy la inspiración me abandonó (bueno, vale, no, me pilló a las 2 de la mañana, pero ya pasó), sólo diré que me gusta la lluvia siempre que a) no me pille con papeles o cualquier otra cosa encima susceptible de ser destrozada por el agua b) no le dé por acudir a mis ojos de forma totalmente deliberada. Es bastante vivificante ir por el cerro (lugar más próximo a "la naturaleza" al que suelo acudir, carencias por ser urbanita declarado)con el mar a la diestra chocando contra el acantilado, un cielo engalanado con una capa negra, el concierto de los dioses que de vez en cuando se escapa en forma de truenos, los rayos recordando la fragilidad de lo terrenal y el agua chorreando por el rostro y la ropa (no es recomendable si no queréis una bronca y un "podías haber pillado un catarro", pero yo me considero impermeable, el agua no cala la piel). Fuera de eso, sólo me queda despotricar porque parece que me tiene manía. Los últimos dos días lleva haciendo bastante calor y yo, que hasta en invierno voy en manga corta, ni corto ni perezoso salgo igual. Pues parece que los elementos se conjuran, y cada vez que salgo al aire libre (de casa, del examen, de una cafetería, de jugar al risk...) se pone a llover. El dios de la lluvia, definitivamente, me odia.


Yo me pregunto dónde está, ¿dónde está tu felicidad?

Las naranjas maduras del abuelo II

Hace un par de años fue cuando abandoné el jardín. Me costó mucho, ya que me pasaba al menos un par de horas al día dando vueltas por el mismo. Disfrutaba de la hierba fresca bajo mis pies desnudos, y cómo la tierra húmeda se me colaba entre los dedos cuando comenzaba la primavera. En verano, todo se vestía con un manto de amapolas y margaritas, que no por simples perdían su incólume belleza. Tenía a mi disposición los frutos de un naranjo, un melocotonero y una parra, que se había adherido casi sin darnos cuenta a la pared trasera de la casa. Con las naranjas hacíamos, de pequeñas, guerras mi hermana y yo. Los aguerridos proyectiles volaban de un lado a otro del jardín, impactando las más de las veces en el suelo, otras en el árbol tras el que nos ocultábamos, y unas pocas en nuestra rival, sucesos grandemente celebrados por lo escaso de los mismos. Tras estas guerras, desechando unos pocos frutos que estaban demasiado magullados, hacíamos una selección. Los más resistentes los partíamos en trocitos pequeños y, en un delicado cuenco de porcelana, recuerdo de uno de los viajes del abuelo, los servíamos, dejándolos encima de la mesa de la cocina para cogerlos cuando quisiéramos. Duraban poco, todo hay que decirlo, pero había naranjas suficientes. Las otras, las que habían sufrido más, pero aún eran aceptables, las guardábamos en una cesta. Esta iba directa a la cocina, y siempre cogíamos cinco o seis, diseccionábamos su cuerpo en dos mitades con precisión cirujana, y exprimíamos ambas mitades, viendo con deleite como escurría el zumo por las paredes del exprimidor. Lidiábamos antes de nada con pulpa y pepitas, haciendo pasar por un discreto colador metálico el mejunje resultante, y saliendo por tanto nosotras victoriosas de ese fugaz encuentro. Luego nos tomábamos nuestro merecido y bien fabricado reconstituyente, mientras compartíamos las curiosidades de un día que siempre era interesante.
Pararé un segundo aquí con el jardín para remitirme al abuelo. Siempre le recordaré con cariño, pese a lo poco que estuve con él. Murió cuando apenas contaba yo ocho años, pero los cuentos siguen ahí. Era un coronel británico, “de los buenos”, como él nos solía decir siempre a mi hermana y a mí. Normalmente no estaba en casa. Iba a la India, a Marruecos, a España… mil lugares mágicos, pero siempre volvía, y traía algo consigo. El cuenco que antes os había dicho, bueno, me había dicho, fue un recuerdo de China. Nos contó una vez en que el Gran Emperador le recompensó con él, y una buena suma de dinero, cuando echó del trono del país asiático a un usurpador y le permitió recuperar su poder. Él nos trajo en cuenco y el cuento, y desde entonces ha estado aquí, con el olor del abuelo, a fantasía y a viejo. Mentaré también como segundo y último ejemplo, aunque podría haber muchos más, la mesita que antes citara. Esta la ganó apostando en Marruecos a un señor muy poderoso. Tan poderoso era, que cuando perdió mandó asesinar a mi abuelo y recuperar la mesa. Intrépidamente pudo mi abuelo escapar de allí y volver con nosotros, y afortunadamente no ha venido árabe alguno a reclamar el mueble, así que aquí seguirá. Desgraciadamente la edad afecta a todos, y a mi abuelo también, por eso falleció a los sesenta y dos años, que aunque no parezcan muchos, lo colmaron de achaques y lo acabaron postrando antes de sucumbir finalmente.
Volviendo a una historia más alegre, la del jardín, vamos con los melocotones. Por las uvas no voy a pasar, ya que de la madre del vino no hay nada reseñable que decir, ahí estaban y de ahí las cogíamos. Los melocotones en cambio eran otra cosa. Estos sí que dieron juego a lo largo de mi vida. Mi hermana era alérgica y no podía comerlos, de hecho nunca había probado uno. Por eso yo disfrutaba torturándola, diciéndole lo buenos que estaban y deleitándome en su consumición delante de ella siempre que podía. Más de una regañina me llevé de este modo, pero sé que mereció la pena. Ahora ya no puedo disfrutar de este placer ya que, aunque me traen de vez en cuando melocotones, no es lo mismo que cuando yo mismo podía recoger la fruta del árbol y contemplar su cara de anhelo e impotencia, mientras me demoraba deliberadamente antes de ingerirla. Aunque no me arrepiento. La siguiente estación, el otoño, tenía mucho que ver con la primavera y con la tierra mojada, pero también con el crujido de las hojas. Tirarnos encima de los montones que previamente se habían recogido era una de nuestras actividades favoritas, aunque luego acabáramos huyendo por los alrededores de la casa, intentando evitar en vano que nos llegara la hora de recoger aquellas enormes pilas. La estación que sigue al verano pasaba, como todas, y llegaba el invierno. Siempre lo detesté, la tierra estaba dura y no podía salir todo lo que quería. Era de salud delicada, y más de una vez me pasé semanas enteras en cama con fiebre, y con el médico temiendo por mi vida. No era como ahora, que estoy en la cama porque yo quiero, desde luego. El invierno, por tanto, dejaba que pasara por el jardín y me legara la ilusión de seguir minuciosamente el nacer de nuevos brotes en la tierra en lo alto, en las ramas. Sin embargo pensé, y creo que con acierto, que debía quedarme aquí. ¿Qué pensaría si llega y me ve en el jardín? Probablemente que no le he esperado, que he seguido mi vida sin él, y se iría sin siquiera saludar, sin que pudiera explicarle. Así que decidí guarecerme en casa. Así no tendría ninguna excusa ni lugar a confusión. Cuando venga picará y seré yo quién abra la puerta, y verá que le esperaba. Sí, por eso ya no salgo fuera, por eso me quedo aquí…

viernes, 15 de mayo de 2009

Invocando la literatura

Estaba yo buscando la imagen de la invocación de algún demonio (algo típico, que todo el mundo suele hacer en sus ratos libres) para subirla al otro blog, cuando encontré la imagen del demonio mayor en la primera página. Ni Lucifer, ni Mephisto, ni siquiera Belcebú, era Arturo Pérez-Reverte. Mi primera reacción fue, obviamente la sorpresa. No me gustan los libros que escribe, pero no creo que eso le convierta en el ser más vil del mundo. Tampoco creo que soltar algún taco y despotricar en sus artículos, que sí me gustan, deba merecer el infierno. Me quedó pues la sorprendente duda, y tras hallar la imagen que buscaba (bueno, no la que buscaba, pero una que me convenció) me puse a mirar. Primero me reí (para relajar, por si acaso lo de Reverte era algo serio) con algunos foros que se habían abierto a consecuencia de mi búsqueda, con gente de todo tipo hablando como entendidos de demonios y ouijas y de sexo con demonios (mi número es el 666, todo demonio que quiera sexo sin compromiso y lo que surja, que llame), es tiempo de citar a Einstein en su gran frase (más importante aún que la teoría de la relatividad): "sólo hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y del universo no estoy seguro". Fue entonces cuando sufrí la decepción mayúscula. No se trataba de que Reverte hubiera sido poseído por un demonio, fuera el anticristo, un invocador o la segunda versión de Roberto Chikilucuatre (esto último me preocuparía más que el fin del mundo). Tampoco se le recriminaba el inventar el regeton (o como coño se escriba), por lo que tuve que apagar la antorcha y guarda mi lanza de linchar gente. Simplemente se hablaba del Club Dumas, el cuál no he leído ni conozco. Ya puede ser bueno el libro para que toda esta película merezca la pena.

Las naranjas maduras del abuelo I

Hoy toca primera parte de una cuento en X entregas, donde X tiende a infinito. Bueeeno, vale, no tiende a infinito, pero sí a 4, o algo así.

He dejado de mirar por la ventana, ya no puedo hacerlo. Muchos dirán que esto es mentira, y físicamente acertarán. Está claro de que tengo facultades físicas de sobra, no soy una atleta pero tampoco hace falta, para levantarme de la cama, subir la persiana y contemplar el mundo fuera, pero simplemente me resulta imposible. No puedo mirar por la ventana porque ya no soporto el exterior, no es para mí mientras tenga que estar aquí. Si miro fuera sólo me torturo con lo que no puedo tener. No es que me preocupe especialmente, sé que el mundo seguirá igual de bello que cómo lo dejé la última vez, así que le reservaré unas cuantas de mis sonrisas cuando decida que puede contemplarlas. Si estoy escribiendo esto, es sólo para acordarme más tarde. Las quejas hace tiempo que pasaron, ahora entiendo que no son necesarias pues no tengo de qué, esperar no es tan malo si sabes cómo hacerlo. Lo que quiero ahora es tener un pequeño recuerdo. Nunca he tenido un diario, pero al menos creo que si tomo nota de esto, en los días venideros me sentiré afortunada en un doble sentido. Afortunada porque mi vida ya será plena, y afortunada porque veré la diferencia, veré el color que llena mi vida. Pasará de estos ocres que están por todas partes, como las hojas marchitas de algún árbol que espera una nueva primavera, y volverán a floreces verdes primero, y luego rojos, amarillos, blancos, y un sinfín de colores en forma de resplandecientes pétalos. Volveré a sentir la luz del sol, que empieza a parecerme una desconocida. Siento cómo mis brazos cada vez tienen menos color. Ahora son una especie de sombra. Muy finos, con la piel más holgada de lo que debería, son casi transparentes. De hecho, si los pongos entre esta bombilla y yo, no tapan por completo su luminiscencia. En fin, vuelvo a mis palabras. La cama se me está antojando una tentación muy grande. Tengo ganas de volver a tenderme a nada. Hace tiempo que la lectura no me satisface. Romeo, Julieta, Calisto, Melibea, Tristán, Isolda, Paris, Helena… todos ellos han pasado a la historia, tanto por la literatura como por mi parte. Los lomos van acumulando polvo y polvo, y los van limpiando. Yo me niego a hacerlo, esas historias antes me hacían llorar, sentir, vibrar, me hacían estar viva. Ahora lo único que consiguen es matarme lentamente. Despedazan mis esperanzas, que deberían permanecer tan puras como el primer día. Estoy pensando en quemarlos, tirarlos, arrancarlos de la estantería para siempre, pero no me dejan. No me dejan mis recuerdos pasados ni mi hermana ni mi madre. Ellas han estado cuidando de mí, pero no paran de echármelo en cara. No paran de decirme que no es sano, que tengo que salir, pero no les haré caso. Sé que me quieren, pero no entienden que no puedo, que tengo que seguir aquí, que entonces será mejor. Esperad un segundo, ahora estoy con vosotros. Ya. No he tardado mucho, ¿verdad? Bueno, probablemente no os deis cuenta, dado que en el texto no se notan estas cosas, pero he estado fumando. A mi hermana y a mi madre no les gusta que fume, y aún menos desde que decidí cerrar la ventana, pero da igual, necesito hacerlo. Es un vicio adquirido, y un vicio de señorita distinguida. Tengo mi pitillera de plata con relieves de rosas, muy adecuados, y un tabaco de importación que viene todos los meses de Cuba. Son ellas las que no aprecian este delicado momento del día en que me dedico a relajarme, pero al menos lo toleran las más de las veces. Yo no soy una adicta al tabaco, simplemente disfruto de una costumbre muy exquisita. De igual modo, no debería decir con vosotros, sino conmigo, ni os deis, sino me dé, ya que esto es para mí. Seré yo la que lo relea dentro de un tiempo, pero bueno, todo el mundo comete deslices, y este no va a ser nada problemático, estoy segura.

jueves, 14 de mayo de 2009

Levántate. Vaguea. Deprímete un rato mientras vagueas. Arranca unos apuntes de su sitio, que aunque es un tema hay que estudiarlo. Vístete y pon la mesa. Come rápido, lávate los dientes y corre que sino no llegas. Comparte desespero con tus compañeros. Entra al examen y hazlo. Bien, te ha salido bien. Ahora ve al periódico local, vale, no cogen gente, ya lo sabías, vuelve con tus compañeros. Un chocolate con vodka, por probar. Tenías que haberlo mezclado, te has tomado el chocolate y ahora sólo queda vodka. Sabe un poco a mataperros, pero te gusta el vodka, acábatelo. Vuelve a casa. Es tarde, corre, coge la bolsa y ve a rugby. Te has cansado, te sigue tocando las narices el entrenador, pero cada vez ese pasillo entre sus orejas permite más velocidad. Vuelve a casa, descansa y muere frente al ordenador. Te gustaría atreverte, pero ya lo harás mañana, tienes tiempo, y no estás seguro.

Tentación de alas rotas

Las tentaciones a veces son tan... ¿tentaciones? Sí, desde luego la palabra se explica por sí misma, y siempre me ha gustado mucho. En algunos momentos, quizá por nuestro estado, o simplemente por ser ellas mismas, depende de quiénes sean, se nos hacen apetecibles. Nos ofrecen lo que ansiamos o creemos que ansiamos envuelto con un precioso lacito color rojo (lo siento, el rosa no me gusta) y se acercan poniendo ojitos de cordero degollado. Nos dicen "si no pasa nada, tú cógelo y disfruta, así es mejor". Estás deseando abrir ese paquete, quitarle el lacito, desenvolver el regalo y festejar como un niño en día de reyes pero... hay truco, ¿no? Siempre hay algo que te hace dudar. Nadie da duros a cuatro pesetas, que decía mi madre. Nadie regala nada, pero siempre está esa parte de nuestro interior que nos hace pensar "¿y por qué no? No hay nada de malo". En ocasiones no hacemos caso a la tentación, pudiendo esta ser recomendable, en ocasiones acertamos a la hora de ignorar a este pequeño diablo que se aposenta en nuestro hombro y empieza a susurrar maldades. Otras, quizá las peores, aceptamos tentaciones que nos llevan por el camino opuesto al que perseguíamos, y las más escasas son aquellas que no tienen requiebros ni recodos oscuros.
¿Reconocer las tentaciones? Ya me gustaría. Les pondría a cada una pegatina muy mona, un posit que se llama (como los que adornan la pared de detrás del ordenador, en los que están los relatos de mi botella y alguno más por si acaso mi musa se da de baja). En ese posit pondría "buena" y "mala", no haría falta más. Si viniera una con la palabra "buena" la dejaría pasar sin problemas, ya que sabría que es buena para mí, y viceversa. El problema es que las tentaciones son traviesas, como los diablos, y mientras miras para otro lado se cambian ellas, muy coquetas, sus etiquetas. Entonces niegas la entrada a la que debería estar a tu lado y dejas pasar a la dañina. Y entonces se arma, empiezan problemas, complicaciones, jaleos... vamos, que se lía parda. Así que, a falta de las tan útiles pegatinitas, creo que confiaré en la intuición masculina (que, al contrario de lo que muchas piensan, no se encuentra entre un muslo y otro) que, si bien no ha demostrado mejores resultados que el cerebro, tampoco ha dejado lugar a peores, así que menos quebraderos de cabeza y vida más tranquila.

Entonces... la duda incial sigue ahí. Me dan ganas de abandonar mis alas. De renegar de lo que me hace especial, de lo que me hace ser yo mismo. De mi voluntad de tratar bien a todas las personas por lo humano que hay en ellas (alguna se me ha escapado por una voluntad supinamente gilipollesca, pero nadie es perfecto) sin pararme a pensar si merece la pena. De estar siempre para quién lo quiera, y quién no, dispuesto a escuchar y dar el consejo que una mal llamada mayoría de edad pueda dar. De mirar siempre las consecuencias para las otras personas. Abandonarme al abismo, en definitiva.
Inclinaría las alas hacia adelante, hasta poder verlas sobresalir tras mis hombros. Entonces tiraría fuerte. Sí, sé que dolería. Mucho. Pero seguiría tirando y tirando, hasta que con un seco chasquido los tendones se soltarían. Luego sería un poco más fácil, y sentiría la carne al desgarrarse y abandonarme. Más tarde, en último lugar, los huesos se separarían uno de otro. Y por fin me habría librado de este pequeño inconveniente llamado alas. También podría apoyarme de espaldas contra un árbol. Empezaría a frotarme, empezando a astillas mis alas, despellejarlas. Se irían desprendiendo una a una las plumas, y finalmente quedarían inservibles, ya no podría volar. Podría, de otro modo, coger una lata de gasolina y echármela por la espalda. Les prendería fuego, y cuando vieran que están suficientemente consumidas, rodaría por el suelo para evitar quemarme yo mismo. Podría coger también una sierra, pero este parece el proceso más largo y tedioso de todos, y probablemente me arrepentiría mientras me deshago de ellas.
Una vez hubiera acabado con las alas, cogería un cuchillo. No hace falta uno muy grande, como el que usa mi madre para pelar la fruta valdría. Me lo clavaría en el pecho, daría un tajo largo abriéndolo. Metería la mano y sacaría mi corazón. Sin preocuparme por la suerte de este, pondría en su lugar una máquina. Ya no habría "bum... bum... bum..." ni "bumbumbumbum", sería siempre la misma letanía "bum, bum, bum", ni más rápido ni más deprisa. Siempre un mismo tono monocorde. Siempre el mismo latir de corazón, siempre igual de inhumano que el resto.

Bum... bum... bum... creo que de momento no me atrevo...


¿Quemé mis alas de ángel?

miércoles, 13 de mayo de 2009

Pañuelo, o inspiración

Caminaba por la calle. Era un día de lluvia, como otros muchos días de lluvia. No solía, no obstante, salir a pasear, por eso quizá se podría haber considerado un día especial. Había pasado ya varios minutos sufriendo impertérrito el acoso incesante de las gotitas de lluvia, que iban a alojarse en su ropa. Cruzó una plaza con una fuente, y se fijó vagamente en la gente que había por la calle. Le llamó la atención algo negro en el suelo, desde lejos. Fue avanzando sin que nada perturbara su linea de visión, ni el misterioso objeto. Cerca ya de él, se percató de que era un pañuelo negro y plateado. Probablemente hubiera pertenecido a una chica. Compañero inseparable, podía haberla acompañado varios sábados en sus escapadas nocturnas, habiéndose empapado del humo del tabaco y el alcohol. A la chica la habría sorprendido la lluvia en plena calle y habría echado a correr. El pañuelo se le habría caído, sin siquiera darse cuenta, y ahora lo que le empapaba era el agua. Entoces, un escritor habría pasado al lado de este mismo pañuelo, y habría pensado en su historia. Habría pensado en quién sería su dueña. Y, más tarde, se habría puesto a escribir. Escribir que caminaba por la calle...

Aire

Aire, necesito aire. Necesito aire porque ya no aguanto más. Necesito aire porque mira el qué y se olvidan de preguntar el por qué. Necesito aire porque a cada paso que doy hacia adelante, me dan una voz, me gritan que debo volver. Aire, porque la confianza ni se compra ni se vende, y si no me la regalan, la tendré que coger yo mismo. Aire, porque cuando se trata de libertad, ahogarse no es más que ser capado de alas pies, convertido en un muñeco insulso y roto que sólo puede estar tirado en el suelo viendo cómo lo mueven de un lado a otro. Sí, todo se resume en esa palabra, que queda reducida a un 21% de oxígeno, 78% de nitrógeno, y un 1% de esas esperanzas que necesito cada día para caminar y prometerme que los grilletes que me impiden correr, cuando despierte, ya no estarán.


¿He dicho ya aire?

¡No me quiten mi monopolio!

Los días se van haciendo cada vez más aciagos para aquellos que la mula tira de su carro. Parece que nuestra simpática amiga cuadrúpeda se ve acosada y, como Paca y Tola, va a haber que ponerla en peligro de extinción. Por si tenía poco con el que se ha llegado a denominar "Monsieur Bocazas", título ganado a pulso con sus declaraciones acerca de la inteligencia de nuestro Presidente (no vendremos a discutir la veracidad de las mismas por no ofender a unos y a otros), quiera cortar la conexión de internet a aquellos que se descarguen ilegalmente material con derechos de autor, eso sí, al tercer aviso, haciendo uso de "a la tercera va la vencida" y "el que avisa no es traidor, muy populares (o, como diría el señor Molina, antipopulares), sino que al ya poco querido ex-ministro de cultura va a seguirle la señora Ángeles González-Sinde. Presidenta de la de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (AACCE) y directora de cine, con este currículum ya apuntaba alto dentro del ministerio. No tardó en hacerse notar, y es que en la Gala de los premios Goya ya hizo unas declaraciones polémicas en contra de las descargas gratuitas, argumentando que estaban matando al cine español. El interés de velar por la cultura parece verse eclipsado por los intereses de una industria que quiere ver su parte del pastel intacta. Frente a las casi infinitas posibilidades que ofrece internet, se empeñan, citando a Jesús, en hacer pasar una cuerda por el ojo de una aguja (hace poco se descubió que no era camello, sino cuerda, pero la dificultad ha sufrido escasas variaciones dentro de lo físicamente posible). Todo por mantener un sistema de monopolio que, eso sí, nunca se cita, porque es correcto decir que los internautas son listillos, intelectuales de poca monta, delincuentes, ladrones y piratas (o pendejos, citando a Teddy Bautista, SGAE), pero no queda bien que la explotación del cine y la música está en unas manos cerradas.

martes, 12 de mayo de 2009

¿Y qué si tengo un por qué?

¿Y qué si soy del monte?
¿Y qué si vengo a buscarla?
¿Y qué si pierdo saliva
en los compases de la brisa?
¿Y qué si amplios versos
ella me los rasgara?
¿Y qué si mis paseos
entre alacranes y zarzas
no sirvieran pa' nada?
¿Y qué si armas de esparto
son las que tengo guardadas
entres mis negras pestañas?
¿Por qué no tú, que me lees,
seas quién seas, cualquiera tu estampa,
y yo, el que aquí declama,
vamos de la mano a comer frutos de nuestras palmas?

Esquilando balíos

Mi desesperado corazón,
con esperanzas asqueado y desastrado
por pastores y sus perros,
pide pasos a bocaos.
Ignora los otros muerdos
pues son sin hambre,
sin fe y sin sentido,
se pierden en querer morder
y no encuentran motivo.
Esquiva palos que van,
se reparten como rifas
de feria barata y sucia
que siempre tocan a malas
engañando al que a sí mismo se engaña.
Pastando por praderas amplias,
de valles señor, mas la hierba le manda,
dirige su estómago su pasear
y señorea entre lanas
de un querer esquilao
que vuelve a crecer mes a mes
hasta perder relumbres
de nubes y color de sueño
para tornarse, de nuevo, esperanza que crece y se teje entre pajas.

El monstruo verde

Ya que la pereza, por ser pereza, dejó tan poco peso, vamos con otro. Hoy toca la envidia, esa amiga tan conocida. La envidia, históricamente hablando (y en ciertas ocasiones no tanto) ha sido la responsable de los fraticidios más ilustres. Podemos irnos muy lejos, a la Biblia. Este libro que, en mi opinión (católicos acérrimos tápense los ojos y vayan con dios) no refleja la voluntad divina, sino que estila una forma de mostrar a la sociedad, recoge perfectamente al pecado capital en Abel y Caín, con la muerte del primero y el castigo del segundo. Me disculparán que, a estas horas de la mañana y sin clase, no tenga ejemplos más recientes, pero ahora mismo se burlan de mí y dan vueltas en mi cabecita, sin dejarse atrapar por mis dormilonas neuronas, así que espero que pongan algo de su parte para superar este pequeño trámite y seguir con el tema principal.
El castigo para la envidia no es, ni mucho menos, mundial y extendido. Siempre hay injusticias (no me queda más que referirme a mi madre, que atendía mis reclamaciones semejantes con un "el mundo no es justo"), y la envidia no es una excepción. Hay crímenes sin castigar, y no todas las manifestaciones de la envidia ven su justo castigo. Digo manifestaciones porque, afortunadamente (al menos para mí), aún no se puede condenar a nadie por pensar, siempre que no diga lo que piensa o lo deje traslucir con sus actos. Tampoco creo que se deba castigar siempre.
La envidia puede llevar a actos negativos (robo, asesinato, chantaje... no hace falta explicar más, ¿o sí?), sin embargo, también tiene sus partes buenas (esfuerzo, dedicación, implicación...). Por chocante o fuera de lo común que nos resulte, lo cierto es que la envidia puede, por querer alcanzar lo que deseamos y esa otra persona tiene, hacer que nos esforcemos más, que demos lo mejor de nosotros mismos para alcanzar esa meta que tanto ansiamos.
En cuanto a cantidad, no obstante, considero que predominan las personas de tipo I, es decir, con tintes negativos. Obviamente no todos son ladrones ni asesinos, pero la envidia se puede dejar traslucir con las palabras, y quizá sea esta la forma más dolorosa de envidia. No hace falta envidiar posesiones, lo peor que se puede ansiar son capacidades, porque, por regla general, son más difíciles de conseguir. Demasiado he visto en los dos últimos años de la participación de la envidia y la competitividad, del mecanismo de "si quisiera, lo habría hecho", y mil historias más que justifican que otro ocupe el lugar que creemos que nos corresponde. Mientras los mecanismos de defensa estén enfocados hacia nosotros mismos, el peligro es relativamente escaso. El problema viene cuando, como es frecuente, enfocamos hacia el destinatario de dicha merced nuestro rencor.
No voy a aburriros más, no vaya a ser que tengáis envidia de cómo escribo (lo cuál dudo bastante, dicho sea de paso). Espero sinceramente que lo único malo verde que podais tener en vosotros sea la lechuga.

Se despide un envidioso relativamente sano.

lunes, 11 de mayo de 2009

Sobre amistades, al menos ahora, sí hay algo escrito

De las amistades y sus variantes mucho se puede decir, las opiniones son como los culos, cada uno tiene el suyo. Yo voy a poner aquí no mi culo sino mi opinión al respecto, y más concretamente en mi ámbito, que no creo tener conocimiento de causa suficiente (o presencia de ánimo, con el mismo efecto) para dar una disertación sobre el compendio de la amistad.
La amistad es un sentimiento que nos une a cierto conjunto de personas, pero ¿a partir de cuando es amistad? ¿Cuándo se deja de ser un simple conocido? La respuesta, según a quién preguntes, variará, pero para mí no es cuestión de tiempo. Puedo considerarme amigo de una persona dos o tres horas después de conocerla y hablar con ella, y no llegar a considerar amigos míos a compañeros con los que llevo dos años o más en clase. Todo es cuestión de relaciones, de cómo aparezca esa persona en tu vida y cómo sea. Quizá mi concepto sea absurdo o muy subjetivo, y no tenga en cuenta factores como el que puedan haber hecho más o menos por ti, que puedas fiarte de esa persona, etc. pero me gusta mi modo de ver las cosas, y de momento pienso seguir así hasta que me convenzan de lo contrario.
¿Qué significa ser amigo de otro? No tiene que ver con beber los vientos por dicha persona, estar a su lado siempre, acabar todos los sábados a las tres de la mañana sosteniéndoos mutuamente o ayudándose a vomitar, no van por ahí los tiros. La amistad supone el estar ahí cuando el otro necesita, que no pide, que estés. Escuchar a la otra persona, sonreírle, tratar de animarle o darle un abrazo valen mucho más que veinte noches de colegueo. El dinero no compra las amistades y, aunque siempre me gustó por irónico el "el dinero no da la felicidad, la compra hecha", no permite el tipo de amistad que aquí mento, sólo salir con alguien o mantener contacto en determinadas situaciones. A lo mejor me equivoco. Es probable incluso que cierta gente no sepa que los considero mis amigos, y que cierta otra me considere amigo suyo cuando no es mi caso. De cualquier modo, siempre me valió como recompensa la sorpresa y la sonrisa de la gente al sentir que les das su importancia y que te interesas por ellos y sus problemas, si es que se deciden a contarlos, que la amistad da contacto, no poderes de adivinación (esos los tengo por mí solito, no os voy a engañar).
¿Cuánto dura la amistad? La pregunta eterna que no tiene eterna eternamente como respuesta. Depende, esa es la palabra acertada o al menos eso creo. Depende de la persona, depende de las personas y las situaciones de estas, y de sus otras amistades. Todo es caduco en esta vida, comenzando por la propia vida, así que las amistades para siempre tienen que conformarse con esta duración. Sin embargo, de momento hay pocas amistades que me hayan dado esperanzas de este tipo de continuidad. Todo se va diluyendo y parece que, tras años, la gente ve las cosas de un modo diferente. Los ambientes y los planes van variando, y se prefieren compañías diferentes. Sí, todo degenera. Sí, quizás sea hora de ser ave fenix y consumirme una vez más en un torrente de fuego que me queme y deje de lo que he sido hasta ahora, cenizas.

domingo, 10 de mayo de 2009

Pereza

La pereza es universal, pero en España tiene su mayor apogeo. Tiene su prueba física irrefutable en que hoy para actualizar haya tardado una eternidad, que no haya revisado los blogs de otras personas y que esto vaya a ser mucho más corto de lo que debería, porque me tengo que ir a la cama. La pereza, en definitiva, es el alma madre de los domingos. Que por cierto, es el peor día de la semana sin contemplaciones. Ambos temas, pereza y domingo, darían para escribir una y varias entradas, pero por ambas se va a acabar así.

No se preocupen, yo, como Larra, volveré mañana.

sábado, 9 de mayo de 2009

Reflexión travestida

Hoy es sábado. Sí, no es una declaración demasiado reveladora, pero por algún sitio hay que empezar. Los sábados suelen ser interesantes, la gente hace cosas tan diversas como ir al cine, de excursión, practicar deporte, quedar para ver partidos... yo probablemente salga y beba. Sí, la originalidad en su forma más triste e inapelable, dado que es presa de una costumbre añeja ya (woo, ¡con mi edad puedo decir que tengo una costumbre añeja!). De todos modos, de momento no me ha ido mal ni me ha disgustado, así que, salvo variar rutas e itinerarios, tampoco se esperan mayores cambios, y tampoco se desean. Después de amargarme un fin de semana, de tragar con exámenes y demás mierdas, y de seguir como se supone que debería, me encuentro con que a mis padres les da por quejarse. Mis ganas de emigrar se van incrementando paulatinamente, conforme se incrementan mis ganas de que me dejen en paz. No tengo ganas de aguantar sermones ni monsergas, sé lo que hago, y si es bueno o no apechugaré con lo que me toque.
Y para no variar, me he desviado de lo que inicialmente pensaba escribir, así que cortamos aquí (el que quiera entender que entienda, y el que quiera saber más que pregunte) y vamos a seguir con un fragmento de la entrada que realmente debería haber escrito, si mi mente no fuera tan dispersa y disoluta:
Ser escritor es un castigo. Ya no lo diré por el esfuerzo que requiere, ni porque en muchos casos impere un escaso o nulo reconocimiento. Tampoco porque puede llegar a ser frustrante la incapacidad para escribir, o más concretamente para escribir lo que quieres contar. No aludiré ya siquiera a las escasas posibilidades de ganarse la vida, no, los tiros van en otra dirección. Si eres escritor, tienes ciertas obligaciones. Si tienes la necesidad de escribir, no hay otra que prime. Esto puede llevar a que, un sábado (aún con las connotaciones de un sábado), tengas que levantarte de la cama porque las palabras están bailando sobre tu cabeza, y no quieres que se te escapen. Una vez me levanté, hube escrito algo y estuvo la luz encendida, el sueño me abandonó por completo. Ligero ante el mundo, al menos era la única alma en pie de la casa, y el ordenador amablemente me cedió unos megas de música y ensayos de Lomu y O'Driscoll para contribuir a despertar de forma escalonada.
En definitiva, malditas sean las palabras, maldito el folio en blanco y maldito el amor por ambos.

viernes, 8 de mayo de 2009

Crímenes del madrugar

Entra el sol a quemarropa
y denuncio a la mañana.
Me ofrezco al frío día
desterrando las legañas,
renunciando a abrir mis puertas
a la brisa temprana.
Sufro bordes de acero,
barriobajera su estampa,
de puñales de sonido.
Con coches, con humo y hielo,
latidos, culpable se declara
de achantar con mala fe
a una voz cazallera y macarra.

Hoy sólo estoy pa' mi

Traición es numeral cardinal

Hoy va sobre el odio. No por ser un sentimiento noble, que lo es, no por influencia divina, sino por mala leche. Si ayer me habían alegrado un poco el día con ciertos comentarios, hoy tocó el examen. Me levanté medio muerto (no es una novedad muy grande) a las 8 de la mañana. Empaqué el sueño que pude agarrar y lo dejé ir por el lavabo junto con mis legañas. Leí los chistes mañaneros de algún que otro webcomic sin mucho interés, y cuando me quedaban menos de diez minutos para irme. Acabé un cartón de leche y fui a por otro a la despensa, metiendo en el microondas el potingue resultante, para aderezarlo con un cereales y un pastel de crema que muy amablemente me habían dejado mis padres. Recogí las cosas para el examen, me puse la sudadera al hombro (puesto que en mí su función es más de adorno que otra cosa, salvo casos relacionados con el cambio climático) y salí a la calle. Ahí ya me empecé a cagar en dios, estaba lloviendo. No es que me moleste particularmente la lluvia, pero a las hojas que llevaba en la mano no les hacía mucha gracia mojarse. Eso, juntado al ir pillado de tiempo, se resumió en una palabra: correr. No hay nada como una carrera temprano por la mañana, con el desayuno aún haciendo aparición en el estómago para empezar bien el día, y si llueve mejor que mejor. Esperé los 5 minutos de rigor a la puerta del examen, y luego los otros 10 de empezar tarde, y por fin dio comienzo la desesperación. El primer ejercicio no tenía tan mala pinta, eran 13, con sus correspondientes y pseudo infinitos apartados, pero fuimos a ello. Tras pasar los tres siguientes, el ánimo empezó a fallar. A los veinte minutos de examen la cabeza decidió empezar a doler, y cuando remitió casi había pasado una hora más, y mi examen era un fondo blanco salpicado de gotitas de tinta azul espontáneamente, página sí, página no. Recorridos veinticinco minutos más, a falta de un cuarto de hora para el final teórico, mi mente fue reaccionando, y durante ese cuarto de hora "final" mis neuronas, con alguna conexión más, empezaron a cruzar aquél tapiz de números y letras que poco tenían que ver con lo que había dado hasta entonces, que es lo mismo que hasta ahora, los dos años de bachillerato. Arañando quince minutos más, y haciendo que el examen tendiera a la infinidad, ya que nos podíamos haber quedado (sí, he dicho podíamos) mirando el papel como gilipollas durante cinco horas, y difícilmente habríamos encontrado mucho más, apareció la inspiración. Los últimos cinco minutos para resolver entre quince y veinte puntos (sobre 120) del examen tirando de muñeca para acabar el puñetero ejercicio. Salir del examen con la impresión de que se acaban de ir a la mierda tus opciones de tener una nota decente en matemáticas, para encontrar con tus compañeros (amigos pocos) de mismo panorama. Aún con la decepción, eso sirvió para convencerme de no destrozar algo.
Puedo parecer en esta última parte algo cabrón, y podéis aludir al coloquial "mal de muchos, consuelo de tontos", pero cuando la nota la determinan por campana de Gauss, parece que tientan a pisar al prójimo. Así que, pese o sea políticamente incorrecto, es un consuelo, magro, pero consuelo, y ayuda un poco a diluir mi ya de por sí magníficado odio contra el BI. Para más reseñas sobre esto último, preguntar al autor.


PD: lo único salvable (creo) del día es el poema, que en breves instantes aparecerá ahí arriba. La inspiración llegó antes del examen, y se escribió con la decepción posterior.

jueves, 7 de mayo de 2009

Y esperar en la lumbre que alumbre la mañana que me encuentra aquí en mi cama un pedacito de tu corazón, que el mío, jugando entre espinas, lo he roto yo...

Cerdos, vacas y humanos

El cerdo es un buen animal. Está rico, come de todo, y no acostumbra a molestar demasiado, por lo que en mi posición de urbanita tengo entendido. De cualquier forma siempre preferí la vaca, hay pocas cosas en el mundo que se puedan comparar a un filete de ternera con patatas (y un solomillo de ternera con foie y patatas es una de ellas, pero estamos cayendo en lo mismo). Todo es cuestión de gustos supongo, pero el mío es este. Según leí esta mañana, repasando apuradamente (cómo no) para el examen de evolución y fisiología humana, escojan qué es peor, para poder desarrollar el cerebro, se redujo el tamaño del tubo digestivo. Puede que alguno se pregunte ¿y para qué, si total no lo usamos? Bueno, es perfectamente comprensible, pero no rijo las leyes de la evolución, así que no tengo mucho que decir al respecto, responsabilidades a otro. Esta reducción no fue, por contra, nada anecdótico, no os vayáis a creer que podíamos decir: ¡qué bien! Tengo las tripas más pequeñas y la cabeza más grande, ¡me siento más proporcionado y puedo tener más pelo! A lo que llevó esto es a tener carne. Ya me imagino a nuestros antepasados "Joder, mira que desarrollar el cerebro... ahora nos toca correr detrás de estos bichejos, con lo poco que se movían las plantas", pero bueno, el que algo tiene, algo le cuesta. Yo, como fiel descendiente de esta sagrada tradición, prefiero la carne. No por facilidades digestivas. Tampoco aduce esto al placer de la caza o a que quiera que maten animales. Esto último sólo me afectaría en caso de ser yo el que tuviera que cazar, que ya no se hace, o matar a los animalejos. En ese caso podría echar la pota como un niño pequeño y volverme vegetariano, o decir con una sonrisa ilusionada en el rostro "¡otro, otro! ¡quiero matar otro!". Algún día lo probaré. De cualquier modo, como dije, no es por esto sino por una mera cuestión de gusto. Sé que debería comer más vegetales y cosas por el estilo, pero el equilibrio en la dieta es algo a lo que, de momento, voy renunciando sin excesiva pena.
Hasta ahora he tratado sobre todo a nuestras amigas con cuernos por mis preferencias culinarias, como ha quedado bien demostrado. Ahora toca meternos con los amigos porcinos. Como ya les pasara a los pollos (no confundir con el femenino, que la mente tiende a despistarse a estas alturas de texto), los cerdos sufren ahora acoso y derribo. El ganado vacuno tuvo su periodo de demencia, el pollo su gripe y, por no ser demasiado original, el cerdo también la gripe. Esta gripe, que nos hace ponernos mascarillas como gilipollas, no es la pandemia del siglo, ni siquiera la del año (aunque puede que algo así no estuviera de más), es una enfermedad más, que en principio no reviste una excesiva gravedad. Digo como gilipollas por dos motivos, el primero es este último, que la alarma causada es absurda y desmedida cuando los estragos causados por nuestra gripe de toda la vida (véase: anda, tienes algo de fiebre, quédate en la cama y tómate algo) son cuantitativamente mucho mayores y, de hecho, los de la gripe porcina son totalmente irrisorios frente a las, según he leído 500.000 muertes al año de nuestra amiga humana. Ya ven, nuestra propia gripe tiene más peligro que la del inocente cerdo. Quizá sea porque nosotros también somos más peligrosos que el propio cerdo. Por otro lado, la otra razón para la estupidez (en este ámbito, si tuviera que mentar todos probablemente no acabaría el post) es que la gente, con su pragmatismo irrisorio y absurdo, compra mascarillas baratas que, si bien son un alivio mayor para el bolsillo en tiempos de crisis, tienen una utilidad nula o aproximadamente nula. Falsa seguridad, ¿hay algo más importante?
¿Qué conclusión podemos extraer de todo esto? Fácil, que más nos valía habernos quedado con un estómago más grande. Pensaríamos menos y esto no nos preocuparía, y comeríamos plantas, dejando en paz al pobre cerdo y su gripe.

miércoles, 6 de mayo de 2009

El fin de la evolución

La evolución, según los neodarwinistas (y según la mayoría de la gente con tendencias medianamente alejadas del ultracatolicismo) se produce porque unos individuos, con unas características concretas, están mejor adaptados para sobrevivir y por tanto tienen más posibilidades de reproducirse y dejar descendencia, transmitiendo sus genes a esta. Este ha sido el principio que ha facilitado que, durante millones de años, se fueran perfeccionando mecanismos adaptativos en las diferentes especies que las hacían más capaces. Sin embargo, en los humanos, esto se ha acabado.
Estamos en el siglo XXI, y ya no hay distinción. No hay una mejor adaptación, al que no puede se le ayuda, al débil se le pone una muleta. En el mundo de lo políticamente correcto no hay lugar para verdades incómodas, así que no se puede dejar a nadie atrás. Así, se seguirán transmitiendo problemas heriditarios como la anemia falciforme, alergias, trisomías y todo tipo de enfermedades heriditarias. La progresión natural se ha frenado, y se confía en la artificial (terapias génicas, fármacos...) para solucionar estos problemas derivados de la sociedad. Probablemente sea el camino correcto, todo el mundo tiene derecho a vivir bien, sin embargo, da pena ver con qué facilidad se olvida el manido "La naturaleza es sabia", que no me parece tenga que acuñar demasiados peros por lo sobradamente probado que está.
Esta vez, no tocará entonar el Hallelujah que tan pomposamente plasmara Nietzsche, la evolución ha muerto, no dios.

martes, 5 de mayo de 2009

Perdido

Frío, ¿hay algo más que eso?
El rumor de lo ya sabido
del sentimiento acumulado
y del brillo perdido.
Todo lo que pudo ser
todo lo que pude ser
y aquello que no me atreví a ser.
Lo que perdí,
enterrado entre cipreses,
presa del fruto del granito
y compañero de un millar de anillos,
me espera a mí.
No desesperes que voy,
huyendo de la impávida curva,
saltando por entre andamios quebrados
aquí estás, corazón.

Delirios mayores


Siguiendo la línea de ayer, presentamos otro blog en el que ya no tengo exclusividad. Se trata de una historia entre Medea y yo, que iremos publicando diariamente (o hasta que se acabe lo que llevamos y lo que vayamos escribiendo mientras tanto). Algo más grande (15 páginas y subiendo), veremos donde lleva :)

La juguetería de Medea y Drake

lunes, 4 de mayo de 2009

Delirios pequeñitos

Pues bueno, como la periodicidad de esta es la misma que la de los políticos para meter la pata, que tan pronto están una temporada callados como te sueltan la mayor sarta de burradas en una sola tarde (o mañana), he decidido abrir un blog para colgar un microrrelato diario y así obligarme un poco a escribir y hacer esas cosas que debería hacer habitualmente (no, lavarme los dientes ahí no). Aquí seguiré colgando todo aquello que se me pase por la mente, así que tranquilos que seguirán apareciendo cosas por aquí por arte de magia.

Como el ser humano es perezoso por naturaleza (aún sin tomarme como prototipo, que sino apañados vamos) aquí dejo el enlace, reciente de esta mañana:
http://brillosysombras.blogspot.com

Segundo canto a la resaca

Me levanto de la cama
En papel de agua mojada
Alegría que se pierde
Sal en las heridas de la madrugada
Martirio de formas de tormenta
Que es, en mi mesa, el vodka
Reluce mi soledad, como vana interferencia
Y entre vapores de sueño
Se ha hecho calma mi tormenta
Tan solo por unos momentos
En que la boca se vuelve pastiza, olvidado sabor a menta
Brilla entonces tu ausencia
A la sombra de mi almohada
Fina mojada manta
De sabor de agua nada clara
Repercuten los oídos
Al tañer de fríos acordes
Recuerdos perdidos
De pundonor, de reproches
Otras etapas viven
De valer piernas impuras
Mueren si alzo la voz
Y, amarga melodía, me hunden.

Primer canto a la resaca

Amanezco entre resacas, flores de aguas pasadas,
Pintadas de colores opacos a la alegría
Que no me llega.
Fingen ausencia de pena
Felicidad amañada de amargor, aguas pasadas
Cuando al alba todo claro
Sombras de noche mata
Y el pintado desespero se barre en sol de agonías
Que a cal y canto, sol y sombra, asola el momento
Pintado de hierro
Al sabor de algo mojado
Óxido descolorido, firmeza arrastrada
Frágil y espada, odios y amores
Flagrante melodía de discordes armónicos
Amamanta el alma de sinsabor dolida
Y escribo
Para el pasado escupido
Dos claras notas de melodía y perdido pasado.

Blasfemo

Me dan miedo las noches
cuando tú no estás,
cuando la tierra se aleja
y el cielo no lega,
cuando lo tengo todo
pero faltas tú.
Miro hacia las estrellas
espero que alguna se mueva,
triste queda el compás
de la noche que bajaste
placebo, guante de seda
de un dios hijo de perra.