jueves, 2 de diciembre de 2010

¿No es cómico?

Entró el payaso en la sala llena de niños.
-¿Qué os gusta niños?
-¡Un unicornio! -dijo uno.
-¡Caramelos! -intentó imponerse otro.
-¡Dinosaurios! -agregó interesado un tercero.
-Los payasos muertos... -dejó ir uno más.
El payaso se pegó un tiro y murió.
El niño se murió de risa en medio de un pegajoso y semicoagulado charco de sangre de payaso.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Trets al cor

De su humilde corazón caían dos gotas, negras, negras. Negras como la pez, heladas como el rocío de cuando el sol arrebujado en abrigo de nubes rompe por el horizonte. Aquellos finos cristales, puro hielo, resbalaban por arterias que las recibían encogidas, ateridas del glaciar sentimiento que las acompañaba. Su temblor reverberaba como el necio encogerse de piernas ante el ser querido, pero en desigual temperatura. Sufrían su suave paso, su etéreo contacto, tan físico como insustancial, tornando en témpano el cuerpo.
Lenta era esta transformación, lenta como los latidos del agonizante. Crujían los músculos con el graznido de algo muerto, se enlentecían en la letanía de sombras y el desmigajarse de todas y cada una de sus fibras. Padecían los esterterores del oprobio no escrito los tendones, que se agarraban a una mueca fija, esteril por inmóvil. El cerebro, fuente de ímprobos desmanes e ideas de contrabando se afincaban en lo usual, cotidiano y aburrido.
Y por fin, las lágrimas volvieron al corazón, monstruo en letargo que, quizá, algún día vuelva a despertar.