miércoles, 1 de diciembre de 2010

Trets al cor

De su humilde corazón caían dos gotas, negras, negras. Negras como la pez, heladas como el rocío de cuando el sol arrebujado en abrigo de nubes rompe por el horizonte. Aquellos finos cristales, puro hielo, resbalaban por arterias que las recibían encogidas, ateridas del glaciar sentimiento que las acompañaba. Su temblor reverberaba como el necio encogerse de piernas ante el ser querido, pero en desigual temperatura. Sufrían su suave paso, su etéreo contacto, tan físico como insustancial, tornando en témpano el cuerpo.
Lenta era esta transformación, lenta como los latidos del agonizante. Crujían los músculos con el graznido de algo muerto, se enlentecían en la letanía de sombras y el desmigajarse de todas y cada una de sus fibras. Padecían los esterterores del oprobio no escrito los tendones, que se agarraban a una mueca fija, esteril por inmóvil. El cerebro, fuente de ímprobos desmanes e ideas de contrabando se afincaban en lo usual, cotidiano y aburrido.
Y por fin, las lágrimas volvieron al corazón, monstruo en letargo que, quizá, algún día vuelva a despertar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

que malo
ni siquiera lo he leído y me parece horrendo; como todo lo que tu 'vomitas desde tu corazón de adolescente rebelde que se siente incomprendido por sus papis'
que malo
es que no existen términos para describir esa mezcla de asco, pena, sufrimiento y vergüenza ajena que uno siente al leer esas lágrimas negrassshhshhshs como tu look super negrohHhHhH
me da igual que borres el comentario, solo quiero que quede presente en la red de que alguien ha intentado, aunque en vano, impedir este holocausto vocal que produces en la literatura universal.
CÓMPRATE UN LIBRO DE TEO, A VER SI ESTÁ A TU ALTURA INTELECTUAL

:D los pulpos tienen tentáculos, recuerda

P.D voy a tener que ponerme un mote para que me distingas y no perder ni un poquito de tu odio, sería una pena desperdiciarlo en vano


besitos