Mi hermana entró en mi habitación, como de costumbre sin preguntar, pero retomó la pelea de hace diez años, como si no hubiera pasado nada en medio:
-Estoy harta –dijo con su tono de sabelotodo- hoy se cumplen trece años y sigues igual, crece de una maldita vez, no va a venir.
-¡Sí que va a venir! ¡Me lo prometió! –contesté con convencimiento.
-Despierta de una vez, las promesas están para romperlas, eso es lo que siempre ocurre –contrastó con tono ácido.
-Nada de eso, él la cumplirá, estoy segura –me crucé de brazos para darle fuerza a mi afirmación.
-¿Ah sí? ¿Y cómo estás tan segura? –dijo aún más irónica.
-Porque me ha regalado esta pluma –señalé alzándola.
-Esto –dijo cogiendo a un tiempo libreta y pluma- no sirve de nada.
-¡Dámela! –le urgí con una ansiedad que hacía mucho tiempo que no sentía.
-Oblígame –me retó burlona.
Forcejeamos durante unos minutos, en los que me di cuenta de que su supremacía física era innegable. Fue entonces cuando, palpando, cogí de la mesa un cenicero de ónice, que también me había traído el abuelo, esta vez de las selvas del Senegal, y la golpeé con él. La golpeé una sola vez, y no muy fuerte, pero cayó al suelo redonda, y no se levantó. La llamé muchas veces, la agité, intenté en vano que se recuperara. Estaba muerta. Entonces pensé que si la veía mi madre se enfadaría mucho y no me dejaría seguir esperando. Fue entonces cuando la decidí alejar de la casa. La arrastré hasta la puerta, la abrí y, haciendo gala de una fuerza que no creía necesaria, logré dar un paso fuera, y otro, y un tercero, sacando por fin el pesado cadáver al completo. Estaba a punto de darme la vuelta, no aguantaba el aire libre, pero entonces una maldita y desafortunada corriente de aire me cerró la puerta. La arañé, golpeé y traté de mil veces pero no se abrió. Y aquí estoy, desesperada junto al cadáver de mi hermana. Sé que no vendrá, pues ya no puedo esperarle. Le he fallado y me he fallado a mí misma de una manera que no creía posible. Ya no aguanto más el aire… ya no aguanto más el sol… este no es mi lugar, lo repito…
-Estoy harta –dijo con su tono de sabelotodo- hoy se cumplen trece años y sigues igual, crece de una maldita vez, no va a venir.
-¡Sí que va a venir! ¡Me lo prometió! –contesté con convencimiento.
-Despierta de una vez, las promesas están para romperlas, eso es lo que siempre ocurre –contrastó con tono ácido.
-Nada de eso, él la cumplirá, estoy segura –me crucé de brazos para darle fuerza a mi afirmación.
-¿Ah sí? ¿Y cómo estás tan segura? –dijo aún más irónica.
-Porque me ha regalado esta pluma –señalé alzándola.
-Esto –dijo cogiendo a un tiempo libreta y pluma- no sirve de nada.
-¡Dámela! –le urgí con una ansiedad que hacía mucho tiempo que no sentía.
-Oblígame –me retó burlona.
Forcejeamos durante unos minutos, en los que me di cuenta de que su supremacía física era innegable. Fue entonces cuando, palpando, cogí de la mesa un cenicero de ónice, que también me había traído el abuelo, esta vez de las selvas del Senegal, y la golpeé con él. La golpeé una sola vez, y no muy fuerte, pero cayó al suelo redonda, y no se levantó. La llamé muchas veces, la agité, intenté en vano que se recuperara. Estaba muerta. Entonces pensé que si la veía mi madre se enfadaría mucho y no me dejaría seguir esperando. Fue entonces cuando la decidí alejar de la casa. La arrastré hasta la puerta, la abrí y, haciendo gala de una fuerza que no creía necesaria, logré dar un paso fuera, y otro, y un tercero, sacando por fin el pesado cadáver al completo. Estaba a punto de darme la vuelta, no aguantaba el aire libre, pero entonces una maldita y desafortunada corriente de aire me cerró la puerta. La arañé, golpeé y traté de mil veces pero no se abrió. Y aquí estoy, desesperada junto al cadáver de mi hermana. Sé que no vendrá, pues ya no puedo esperarle. Le he fallado y me he fallado a mí misma de una manera que no creía posible. Ya no aguanto más el aire… ya no aguanto más el sol… este no es mi lugar, lo repito…
Fragmento de una libreta encontrada
el 25 de Abril de 1874 en Jacksay un,
pueblo a las afueras de Birmingham.
Prueba nº 1 del asesinato de Jane
Daniels por su hermana Camile
Daniels, y el posterior suicidio de la
homicida. Junto a ella, los cadáveres
de ambas, una naranja recién caída
del árbol y una pluma antigua que
no funcionaba.
el 25 de Abril de 1874 en Jacksay un,
pueblo a las afueras de Birmingham.
Prueba nº 1 del asesinato de Jane
Daniels por su hermana Camile
Daniels, y el posterior suicidio de la
homicida. Junto a ella, los cadáveres
de ambas, una naranja recién caída
del árbol y una pluma antigua que
no funcionaba.
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