Y aquí estoy, escribiendo cuando no debería. He llegado a casa ahora de avilés y (aunque algunos puedan dudarlo) no estoy borracho. De hecho apenas he bebido desde que salí de Gijón, tampoco me hizo falta. Se ha ido pintando un día bastante bueno, con sus salvedades y sus malos momentos. De la tarde destaco el vodka y 324, si alguien llega a entender eso último que me lo haga saber. De la noche, queda sin duda alguna el concierto. Si ya me habían amenazado con que en el concierto iban a tocar mucho del disco nuevo y poco de lo antiguo, no hubiera podido ser más dispar. Quitando un par de canciones, que entraban dentro de los márgenes de lo tolerable, todas fueron de las viejas y, como no, de las viejas buenas. Ahora toca la anécdota. Rulo tira una púa. Cae en alguna parte, no sé sabe donde. La buscamos por el suelo, cómo no, pero nada. Pasa el tiempo, pasan canciones, pasa hasta el segurata con el balón que estaban tirando por ahí y tira otra púa. Adri es hábil y no alcanza a cogerla. Casti es rápido, le quedaba cerca, se agacha y coge la púa. Sigue el concierto y yo miro al suelo pensando que debería estar allí. Milagrosamente, entre dos trozos de metal encuentro una púa. No estoy seguro de si era la anterior, o qué era, pero conforme totalmente, y con púa en casa. Con vuestro permiso, una vez referido esto creo que me voy a cenar (o desayunar, o algo parecido), y luego a dormir, ¡buen domingo!
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