martes, 2 de junio de 2009

¡Aaaaaauuuuuuuuuuu!

Sí, hoy vamos a aullar. Aullar porque no hay motivo para no hacerlo ni nadie que me lo impida. Ha empezado a sonar la ciudad de dios (aunque dudo que San Agustín hubiera firmado algo así, siendo realistas). La ametralladora de Sodom dando caña en el disco de su mismo nombre, buena forma de abrir la mañana. Aullar también porque merece la pena, y porque me siento mejor. Más liberado que antes, más tranquilo y a la vez inquieto que antes, ambas en el buen sentido. Es como si me hubiera quitado un gran peso de encima (y no lo digo por el pelo), estoy bastante más optimista en todos los sentidos. Lo que tenga que venir vendrá, no hay vuelta de hoja. Creo que he perdido algo de mi mala vergüenza, aunque tampoco sabría asegurarlo. Hoy me siento con ganas de comerme el mundo y, aunque dudo que mi madre me lo ponga para comer dentro de aproximadamente tres horas, no me quejaré demasiado, será lo que tenga que ser. Ganas de quemar las calles, de festejar y de brincar. Este finde la fuga y cumpleaños, el que viene no sé si tengo algo y el siguiente ya estaré camino de Zaragoza con la PAU hecha, arrancando el verano casi de la mejor manera posible. La luz que ciega, Shadow Falls. Quizá había sido eso, quizá lo siga siendo. Quizá demasiada luz me impide ver lo que debería, mis pasos cómo deberían ser y no deslumbradas por el relumbrón de algunas cosas insulsas. Ahora me dicen Refugio que pasaré la noche con el vino. Siendo sinceros lo dudo, aunque no estaría mal. Cierto es que, de poder elegir, escogería alguna compañía un poco más agradable, pero tampoco pintaba mal. No obstante, no hace falta tampoco siempre que esta alegría y este optimismo se esparzan por mis venas al sabor de la sal. ¿Malos vicios? Quizá tenga muchos. Quizá sea cierto también que sólo estoy pa mí, pero yo estoy para casi todo el mundo. El que pueda entender esto bien, el que no tampoco se pierde más que una tontería más de las que aquí ladro, digo aullo, que ya casi me olvidaba del título. Hoy he desterrado el odio, hoy he aprendido a vivir, hoy apelo al amor propio. Quizá sí sea la canción del día, el reproductor lo dirá. O el día lo dirá. O yo lo diré. De momento, espero seguir al son de estas notas descarriadas y del machacón y enloquecedor sonido de todos aquellos a los que quiero y aprecio y, sobre todo, a mi propia marcha, que hoy no será fúnebre, sino propia.

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