domingo, 14 de junio de 2009

Calienta el odio dentro de mí

La polla records, tan sabios como siempre. Y yo tanta mala leche, como siempre también. Leía en el As, por distraerme un poco de tanta basuara de pau que olvidaré dentro de nada, acerca de la doble moral. Hay poca gente en el mundo que no se haya enterado a estas alturas de las cifras astronómicas que maneja Florentino Pérez, presidente del Real Madrid (y de mayor repercusión mediática que su homólogo en el estado, prácticamente). Récords de dinero gastado en fichajes, en tiempos de crisis, y la gente criticando, para no variar. Hay opiniones para todos los gustos. Por supuesto que son cifras enormes, pero la excusa de la crisis no me parece válida. Si no se gastara ese dinero en esos jugadores, tengo más que claro que no iba a ir destinado a ninguno de los millones de nuevos parados. Tampoco se admite como animal de compañía el que Florentino en sus empresas despida gente, pues por mucho o poco que gaste en el Madrid eso no va a cambiar, ni la crítica a los bancos que prestan tal cantidad de dinero cuando no hacen préstamos a las pymes. Los bancos prestan a quién quieren, no es culpa de un club, y prestan cuando creen tener seguridad de que se les devolverá, lo cuál no es culpa de nadie. Acusaba el presidente del Barcelona de imperialismo, prepotencia, romper mercado... cuando su propio equipo hasta hace nada (mi propia memoria alcanza) hacía lo propio. Es tónica común y cada uno se la traga como puede. Es esta doble moral la que parece estar totalmente fuera de tono. Al clamor del vox populi, o quizá de algunos clubs modestos estaría bien enunciada, pero no de labios de quién salió. Y hasta ahora, ningún presidente modesto ha querido meterse en camisa de once varas, prefieriendo quedarse en sus más modestos y no menos importantes asuntos, que nada tienen que ver con la galaxia mediática.
Es fútbol, sí. Muchos dirán "¿cómo puede gustarte el fútbol?". La respuesta que daría Savatar es "por costumbre". No estoy para nada en contra de esta definición, del mismo modo que no estoy en contra de esta costumbre. No hace daño ninguno, y proporciona un entretenimiento aceptable, fin de la historia, al menos de esta.
El problema no es este. A mí me importa bien poco que se gaste ese dinero siempre que yo no ponga un duro para ello, como es el caso. De hecho, mejor espectáculo, mejor para mí, fin de la duda existencial. El problema viene cuando se exporta esa doble moral. Muchos dicen eso de "es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio", y es cierto. Todos, sin excepción (yo tampoco), vemos los fallos de los demás, y no los propios. La diferencia radica en que mientras algunos callan, otros (al estilo Laporta) no son capaces de guardarse las palabras. Juzgar los propios actos es el primer paso para corregir no sólo nuestra vida sino la del resto, ya que no cabe duda de que hay que empezar por uno mismo. Digo esto aún a riesgo de no saber si tengo potestad para hacerlo, en la conciencia de cada uno lo que prefiera.

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