miércoles, 10 de diciembre de 2008

¿Por qué?

Una pregunta que probablemente halláis hecho millones de veces, si es como en mi caso, en algunas ocasiones por saber, en otras simplemente con ánimo de molestar (cabe destacar que aún no he conseguido hacerla con ánimo de lucro, aunque estoy trabajando en ello y espero que dentro de poco dé resultado), pero siempre, aunque sea sobre una misma materia, es capaz de levantar una legión de respuestas a su paso, y casi cada una de ellas es capaz de levantar una legión de preguntas construyéndose así un árbol de infinitas ramas que recibe el nombre de conocimiento. Algunos pueden considerar la respuesta a estas preguntas como única, por ejemplo: ¿por qué las plantas realizan la fotosíntesis? Porque unos orgánulos que tienen que son los cloroplastos derivan de unas bacterias primigenias existentes hace millones de años en los albores de la existencia realizan esta función necesaria para que la planta adquiera materia orgánica y por la que, para los que no lo sepan, por extensión vivimos nosotros.

Sin embargo, cuando se trata de aplicar dicha pregunta a la vida, esta se complica en sobremanera. Mil veces me he llegado a plantear (afortunadamente no tantas me han planteado a mí) "¿por qué la quieres? ¿por qué les aprecias?..." infinidad de preguntas con una solución del todo imposible. La respuesta a estas preguntas es de una complejidad que va más allá del propio entendimiento y que mezcla lo psicológico, lo social y hasta lo físico (no hay que olvidar que los diferentes receptores sensoriales y las hormonas afectan en gran medida a las relaciones personales).

Por todo ello no quiero decir que todo sea justificable con un "por algo será", pero sí pretendo agregar que no pienso retractarme de mis sentimientos porque sean considerados irracionales o fuera de lugar e instaría a hacer lo mismo a todo aquél que se precie de tenerlos.


¿Por qué?



¿Y por qué no?

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