domingo, 11 de enero de 2009

Días

Hay días que no se hicieron para ciertas personas, en este caso por no molestar ni meterme en donde no me llaman, me referiré como no podía ser de otra manera a mí mismo y, por si a alguien le cabía alguna duda, uno de esos días es hoy. Vale que se podría decir que mis problemas son bastante "nimios" y "superfluos", y puede que sea así, pero si no recalan en mayor gravedad lo primero es dar gracias por ellos, y lo segundo es que eso los convierte en graves bajo mi espectro. Puede que otros digan que hay gente que lo tiene mucho peor, y que no hay más que mirar a África para comprobarlo, pero ante esto podría remitirme a lo anteriormente dicho, y a cierto artículo que me pasó mi madre, y que como casi siempre resultó, cuanto menos, interesante, aunque la verdad a esa conclusión, sólo que sin los amplios estudios a los que aludía, ya había llegado yo. Este artículo versaba ni más ni menos que sobre la felicidad (sobre la que desde mi punto de vista se fundamentan todos los problemas, ya que si alguien fuera totalmente feliz no habría por qué tener ninguno) y decía que, cumplido un marco de necesidades básicas, la felicidad no varía con el poder económico. Es totalmente lógico pensar que disponiendo de un amplio efectivo nos quitaríamos más quebraderos de cabeza y podríamos tener acceso a un mayor abanico de posibilidades, pero aún así esto ni asegura ni augura que se vaya a sentir la persona mejor consigo misma. Volviendo al tema principal del que me he desviado quizá demasiado y demasiado atrevidamente, iba a decir que parece que hay días que no son para ti, que el mundo está en tu contra o que simplemente el ánimo te abandona lo suficiente cómo para hacerte desear que no te hubieras levantado hoy, sino mañana. Hoy es exactamente un día de esos. No es por una sola cosa que pasara, sino por todo junto. Te levantas de la cama sin ganas de hacer nada, y el que el día avance no sirve para hacerte sentir mejor y despertarte sino todo lo contrario. Prueba de esto es el dolor generalizado que caracteriza el mezclar esfuerzos físicos de dos tipos: por un lado, el deporte que pese a mi gusto por el mismo debido a ciertas circunstancias me destroza bastante, también de forma anímica, y por otro el alcohol, ese pequeño ya conocido que aparte de hacer par el desplazamiento de una serpiente y el mío me quita la conciencia de mí mismo, algo que en ocasiones puede llegar a agradecerse, y me arroja a las manos del destino o el azar, según se quiera ver. Aunque pueda parecer lo contrario si se razona un poco, lo cierto es que no es nada bueno según cómo sean las circunstancias, y el día siguiente no te encuentras especialmente bien. Supongo que las consecuencias de los vicios son merecidas, pero no por ello se llevan mejor ni peor. Algunas veces pienso que no nací para los domingos, al menos no para la mayoría de ellos. Parece además que nunca nada te sonríe, nunca encuentras a la persona con la que quieres hablar o estar y el tiempo pasa insulsa y lentamente, mientras el humor va bajando cada vez que miras el reloj...

Enfin, quizá sea también preocupante que ya haya sumado dos claros días así este año, y aún más que uno de ellos no sea domingo, pero también ha tenido días, o más bien momentos de esos días, que no cambiaría por nada del mundo, y por los que supongo sigo como estoy.

1 comentario:

Deamar dijo...

Es curioso como yo siempre creí también que no estoy hecha para los domingos: días que se arrastran y parece que no avancen. Y es que es justo ese día de la semana en que no tienes ni quieres hacer nada en los que te sientes solo, cansado y algo enfadado con los días, el tiempo y tú mismo.

Malos días los domingos.