El niño cogió el objeto entre sus manos. Le dio vueltas, pasando sus manos por sus lisas superficies. Con curiosidad lo escrutó hasta el límite de lo posible. Tras varios minutos luchando con aquél artefacto que se le resistía, su paciencia llegó al límite. Y, como niño que era, buscó el primer recurso que se les pasa por la mente.
-¡Mamá! ¡Mamá! ¿Cómo se enciende un libro?
2 comentarios:
Hostia, qué bueno. Qué tierno. Cómo mola. Que es en serio, eh.
Genial.
Muy ingenioso.
Un saludo y hasta otra.
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