miércoles, 9 de marzo de 2011

No la recuerdo demasiado bien

Tan solo siento como propias ahora sus caricias, aquellas que en íntimo silencio le robé. Esas, de las que guardo en preciado baúl las formas. Cómo los pequeños dedos se deslizaban sobre mis brazos, dibujando cada una de sus tenues líneas, grabándolas en el falso fuego que hacía mi vello erizarse. Aquél crujir de mi espalda cuando sus pequeñas manos, traviesas, se colaban bajo mi camiseta tímidamente, dibujando entre mis vértebras una espieral de requiebros que me hacía estremecer. Así también recuerdo el caer, como de rocío en tierna hoja, en que deleitaba las yemas de mis dedos en sus costados, aprehendiendo cada sensación que de su piel se desprendía. La frescura de sus manos, que se empequeñecían entre las mías, pese a lo grandes que fueran las sensaciones, la calidez de las caderas y el laberinto de su pelo, que entre mis dedos de deslizabal como un guante negro.
Añoro también los abrazos. Aquellos instantes en los que no era yo, no era nadie más que un punto unido a otro punto, y al mismo tiempo inmenso. Sé de sobra que un punto no puede ser inmenso, de hecho es infinitesimal, pero cuando la escala son emociones, el techo del cielo está mucho más alto. Y seguiré subiendo mientras aún me queden escalones que me lleven a donde aún no estado.
Pienso también en sus labios, ¿de qué modo podría no hacerlo? Pienso en cómo se curvaban deliciosamente en una sonrisa, y en cómo, cuanod esta se escondía, picaba a su puerta con la punta de los dedos hasta que me abriera. Siento casi como se posaban gracilmente como una mariquita, roja y graciosa, sobre los míos. Como se iban abriendo lentamente en una suerte de placentera impaciencia y cómo, en la inspiración previa, su olor inundaba mis pulmones que encantados la acogían. Instantes después se rozaban las lenguas, preguntándose, reconociéndose, mostrándose. No tengo muy claro cuál preguntaba a cuál antes de empezar un baile que se hacía frenético, impulsivo y voraz, consumiendo todos los momentos anteriores en uno solo. Todo esto para devolvernos de nuevo al principio, labio tímido sobre labio tímido.
Tengo presente su mirada. Esquiva, dulce, viva. Cómo me seguía o se desviaba, cómo iba y venía de mis ojos a los suyos un rayo de mutuo reconocimiento o el añoro de una mirada más. Recuerdo cómo se debatía, indecisa, entre mis ojos y mis labios, ora uno, ora otro, hasta dar en el punto medio de otro beso, abandonando el principal de los sentidos para ahogarse en lo profundo del resto.

...

¿Que qué no recuerdo?

No recuerdo por qué no la secuestré.

1 comentario:

black words on a dark night dijo...

Jolines es precioso, me encanta... Ojalá yo mostrase igual de bien algunas sensaciones U.u
Bueno, los hay con talento (y el resto nos fastidiamos)