Las mismas canciones que traje me sorprenden ahora. Me obligan a cerrar Spotify (buen invento) y dejar que lo que yo dejara como bienvenida me salude. Siento como si pisara mi casa después de bastante tiempo, y ciertamente podría considerarse así. Aspiro el olor a viejo, el mismo tapizado que yo llegara, el mismo rock español del que extrajera las estridentes, para algunos, notas de metal extremo, las mismas entradas que dejara a recibirme...
Todo en su sitio, cogiendo polvo, que cuidadosamente voy limpiando, voy limpiando y recuperando mi identidad, mi lugar. Vuelvo a acoger estas teclas que se habían escapado de este cerco color salmón y domarlas en palabras. Siento el peso del insomnio bien empleado en esta excesivamente cálida noche, la brisa y el brillo de mi lámpara sobre el cristal de la ventana que me impide ver la noche. Siento cómo el vagabundeo me ha hecho, sin quererlo, volver a mi papel. Y es que los pasos siempre siguen las mismas calles, la misma ruta, hacia la misma brisa marina de sal y temple.
Y sólo me queda decir bienvenidos. Bienvenidos a los que habéis entrado aquí antes, a los que os habéis apuntado a la pequeña lista que guardo a la izquierda. A los que hayan entrado y los que no lo hayan hecho, y a los que nunca van a entrar. Volvais o no, lo haga yo o no, gracias y bienvenidos.
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