viernes, 16 de julio de 2010

La lámpara de día

Pues sí, fue frotar el día y salir el genio. Bueno, más que frotar, joder. Como me viene pasando dos veces esta semana, me despierta el 1004 a las 11, privándome de horas de sueño que yo me había encargado de sepultar convenientemente en la noche. Bien, tras esta oportuna llamada que, tras descolgar, fue repentinamente interrumpida, empezó mi día. Unos primeros compases en los que me dediqué a leer y revisar cosas por internet y, en definitiva, a concretar planes para por la tarde y hacer tiempo para ir al centro de salud. Una vez allí, me abre mi madre la puerta, y tras quitarme la venda, con un sonoro "click-click" van cayendo una a una las grapas. Ya soy un poco menos metálico, sólo tengo un tornillo en la muñeca. Vuelve mi vendaje y vuelvo yo a casa. Destilo unos minutos por el inframundo y me hago la comida. Sí, sé que es muy generoso decir que hago la comida cuando en realidad caliento y sirvo, pero si ya soy bastante nulo con dos brazos, con uno iba a ser un espectáculo impresionante. Completado el trámite de alimentarme, ya que mi pereza me había privado del desayuno, me duché y cogí el bus para ir al hospital. De mi presencia allí, diré que fue breve, y es lo mejor.

Para comenzar la tarde, la alegría de ir en coche. Ya no tendría que meterme en una lata de sardinas que algunos quieren llamar autobús. Con una sola vez que me sienta un judío a la espera del Ciclon B sobra, no necesito más calor, cuerpos pegados y sensación de agobio. Una vez en la semana, tour de libros. Sol, mucho sol. Seis personas de tienda en tienda, mirando. Yo, sin acabar de convencerme de qué comprar y con libros en casa, me acabé yendo de manos vacías. Y tras el devenir de los acontecimientos lógicos, el hambre entra. "Vamos a tomar algo" dice alguien. Yo retomo mi búsqueda de Miguel, a quién le había dicho que iría a la feria, y por fin lo hallo sentado de tertulia, como no podía ser de otra manera. Me presenta a Elía y a Carlos, y una por otra, hablando con ellos, dicen de tomar algo y que vaya. Tampoco soy yo quién para negarme, y ni corto ni perezoso a ello me meto. Una cervecita, conversación que empieza a versar sobre hijos, tema que me pilla demasiado encima, y demasiado lejos, y una llamada. Visita de Avilés en la noria, logro entender por encima del ruido. De nuevo en ruta, me abro paso entre la muchedumbre de forma menos violenta de lo que me gustaría, nótese el estado maltrecho de mi brazo, y llego. Saludos, chanzas y un vamos a tomar algo después de un poco. Yo suelto un "igual encontramos a mis amigos y todo". Mi yo profeta sale a relucir por primera vez, que no última. Dicho y hecho, sin haber encontrado un sitio convincente, pasan por delante de mis narices a lo lejos. Saludos, despedidas, y me voy con ellos. Voy pensando "llamo a Gabi cuando esté en el puesto de camisetas a ver donde anda". Yo profético 2, mundo 0. Gabi está en el puesto de camisetas. De nuevo formalidades, dar la mano, metafóricamente hablando, que solo tengo una, y seguimos. Al poco hablan de retirada, y a ella que vamos. No me apetece otro chigre infame en lo bueno y en lo barato. Bajamos en coche hasta el Le Monde, donde el divertiequipo, formado por Bea, Richi y servidor, consigue la victoria al trivial. Una grimbergen triple después estoy cenando en mi casa y, para completar el cuadro, dicen que soy genial y molo.

Pues, por qué no, quizá sea verdad. En caso contrario, problema del resto.

1 comentario:

black words on a dark night dijo...

eres genial y molas???
*Aguantando la risa*
XD