miércoles, 13 de enero de 2010

Responsabilidad

Exámenes y trabajos y ejercicios y exámenes y trabajos y ejercicios y exámenes y trabajos y ejercicios. No tengo duda alguna de que eso es lo que debería estar haciendo ahora mismo en lugar de escribir estas palabras, como tampoco dudo de las ganas que tengo de salir de casa. Aparte de mis ocasionales (no tanto como me gustaría) visitas a la universidad, estoy medio atrapado en casa. Digo medio porque no me retiene otra cosa que la responsabilidad mal atentida. Por un lado, miro a la ventana y no dejo de ver pasar cosas. Saludo a las gaviotas, a los tejados y a los andamios. A las raidas antenas y a las no tan raidas. Saludo al tiempo que debiera emplear en estudiar. Por otro, hago eso mismo. Me pongo al día con lo que debería haber entregado hoy, que es para mañana y que no llegará hasta el lunes, miro y remiro ejercicios como si con ello se fueran a hacer solos y dejo pasar los minutos que se suceden con un tedio digno de mención. Como menciono también que me siento al margen de la vida. Veo como charlas esporádicas pasan gramo a gramo por la pantalla. Siento como tengo veinte historias dentro, tengo tiempo para contar dos y pereza para contar una. Las manos parecen hastiadas de tanto vagar de tecla en tecla, desgastando las letras mal pintadas que ya casi ni se ven. Pero en fin, los granos del tiempo, cada uno de esos segundos, se siguen y se seguirán escurriendo. Llegará el nueve de febrero, volveré a salir. Seguiré teniendo muchas historias, seguiré pudiendo contar menos y contaré aún menos que esas, pero al menos desplazaré este opaco sentimiento de responsabilidad por la simple apetencia, que siempre es más comodad.

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