miércoles, 4 de marzo de 2009

Perdiendo el tiempo

Mi tiempo, cómo el de todos, es escaso. No me refiero a que tenga poco tiempo libre, tengo más que unos y menos que otros, me refiero al tiempo en general. Obviamente se puede tachar esta sentencia de dramática o demasiado trascendental, pero al que le moleste puede meterse sus críticas por el c... corrector ortográfico y publicarlas aquí, que serán ign... igualmetne consideradas. Por supuesto unos tienen más tiempo y otros menos. Unos lo aprovechan más y otros menos. Eso está en la mano de cada uno, y así uno esté en paz consigo mismo ya puede rascarse la barriga en su cama toda la vida. Total, no creo que sea muy caro, y es un buen hobby para estos tiempos de crisis. Tanto espiritual cómo económica. A mí cómo la económica no me afecta (atrás, avalancha de economistas ansiosos por robar una tesis multimillonaria), simplemente porque tampoco dispongo de capital ni de necesidades ingentes que me impulsen a algo más que las cuatro tonterías de siempre. Si me quedo corto, como parece que me está pasando últimamente, se aviene a dos motivos: contar menos el dinero y ser más espléndido. No se notará mucho, pero yo lo noto. Enfin, dejando a un lado mis finanzas del Masymas, la espiritual es otra cosa. Los ocupados con la crisis económica no se preocupan, ni tienen tiempo siquiera, de preocuparse por la espiritual. Los que nos cuestionamos esta, llegamos hasta, cosa rara hoy en día, pensar. Sí, un espacio de tiempo dedicado a la reflexión puede ser hasta útil. ¿Qué pasa cuando tenemos la sensación de perder el tiempo? Nada, supongo, al menos en mi caso, salvo que de vez en cuando entran brotes de súbita ansiedad y se corre a hacer algo "productivo" para calmarse un poco.
Ahora bien, cuando son otros los que se dedican a tocarnos la moral, la cosa cambia. No se trata del "si me da la gana de dormir, duermo, ¿algún problema?". Se trata de que no nos dejan dormir. Nos dicen: "siéntese ahí y sonría", y claro, poniendo cara de gilipollas subido estamos guardando formalidades hasta que se nos queda el culo tieso, la garganta reseca y las manos blancas de tanto apretarlas entre sí, soñando con el cuello del interlocutor del caso.
Vale, yo no seré el alumno más aplicado. Tampoco me gusta ir a clase, cae de cajón. Pero que me hagan ir hasta Oviedo a ver al rector, y que tan expléndido y digno señor no haga más que soltar tontería tras tontería acaba por crispar a uno. No cuestiono la dignidad de este señor. Siquiera cuestiono que su tiempo se más valioso (por discutible que sea). Pero, considerándolo así, hacer que nos movamos por un par de fotos y un fragmento de vídeo resulta irrisorio. Una forma de perder una mañana poniendo cara bonita y cagándome en el servicio de transportes y las calles de Oviedo. Pero esto da para mucho más, y por hoy, se acaba aquí.

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