martes, 23 de marzo de 2010

Arrancando

Suena el motor con una monótona mezcla de metal, plástico, y compuestos que no tienes muy claro que sean uno u otro. La maquinaria arranca, arranca contigo o sin ti. Es la fábrica la que llama a un nuevo día, que no se diferencia mucho de la noche. Ratas de noche roen, ratas de día roen. El cielo sigue encapotado. Hace más de un siglo que no llueve. Que no llueven sueños ni esperanzas. No llueven pasiones elevadas ni promesas de salvación. Ya no caen sobre esta tierras las plegarias, tan vanas como placenteras. Nadie cree en una vida mejor cuando a cada día se siente un poco más hundido en el infierno, simplemente te preguntas qué has hecho para merecer esto, y si eres capaz de hallar una respuesta no tardas en apretar el gatillo, eso sí es fácil. Si no eres capaz de llegar a una conclusión que te tranquilice, también gatillo. No te apures, no tiene que ser para ti, simplemente para lo que más rabia te dé. Literalmente. En este mundo, si algo realmente abunda, realmente "llueve", es el plomo y la ira. Nadie está contento y todos creen que la culpa de todo está ahí fuera. Sí, en ese estercolero al que se atreven a llamar calle. En ese cubil, más grande, y por lo tanto trampa mayor, que éste en el que nos encontramos, sienten que reside su infelicidad. Sólo tienen que coger algo y volarlo en pedazos para sentirse por unos momentos más vivos, más felices, sólo necesitan pensar que todo ha acabado y sólo queda un camino cuesta arriba. Sólo necesitan engañarse a sí mismos o a sus cuerpos unos minutos para hacerse sentir vivos. Luego volverán a morir en el pantano de las emociones, que hunde al ser humano en lo más deleznable, lo más repulsivo y asqueroso. Y ahí ya no hay salvación posible. A cada paso con que trituran el suelo para intentar salir de su propia ponzoña, se hunden un poco más. A cada jadeo que les impulsa se quedan sin aire. A cada latido en qué confían un corazón les traiciona. Entenderás por tanto que no te vayan a ofrecer nada. Que no les vayas a importar nada. Que la vida cotiza a la baja en esta vida del color de un otoño. Porque los otoños hace más de un siglo que no son marrones.

El dolor y el sufrimiento están tras cada esquina. Diría que se esconden, pero es mentira, ya ni siquiera hace falta. La gente ya no se oculta, no hay conciencia social, ni nada que se le parezca. Cuando ves cómo pisotean a tu vecino de toda la vida entre cuatro niñatos a los que no habías visto antes, te limitas a apartar la vista. No quieres que te pisen a ti. Nos hemos rebelado contra el propio mundo, contra nuestros amigos, nuestros compañeros. El trabajo no abunda y ya nadie sabe si es derecho, deber, hecho o privilegio. La mayoría de los que ganan algo de una forma medianamente lícita son llamados los comadrejas. Parte de culpa de este nombre viene dada porque el tener una fuente de ingresos mínimamente fiable. Cuando tienes unos pavos en el bolsillo no puedes menos que desconfiar de todo y todos y correr a guardarlos a tu madriguera lo antes posible. La otra parte la tiene la envidia, otro de los sentimientos que causan sensación en este tendencioso mundo que agoniza por méritos propios. La gente piensa que al trabajar, estos les sustraen lo que les es propio. No ya la posibilidad de tener sus honorarios, sino ese dinero en sí mismo. Se lo podría denominar prácticamente el culmen de la degeneración en cuanto a la conciencia social, pero lo cierto es que la decadencia es al nota imperante en el mundo.

Un brillo azul, ¿lo has visto? Espero que sí. Ese es uno de los cielos más azules que he visto en mi vida. Probablemente tú y yo seamos los únicos que nos hayamos dado cuenta de ello. La gente no tiene tiempo a mirar al cielo. De hecho, si lo hubiera hecho alguien, habría bajado al instante la mirada para ver como sus tripas se escapaban con un sonido acuoso y de succión de su lugar habitual en el interior del abdomen. Una dosis de líquido de frenos bien merece la pena ensuciarse las manos con la sangre de un infeliz cuyo crimen recayó, únicamente, en haber pensado que sería bonito abandonarse sin ayuda artificial. Luego limpiaría la navaja, ya que vale casi más que la persona en sí misma. Con el coste de la vida actualmente y la cantidad de muertos naturales, tan natural es morir aplastado por una scooter aerodeslizada como por encontrar una bala perdida con otro dueño que ya casi se ha olvidado que la gente muere al alcanzar cierta edad, el precio de los órganos y cadáveres en general es bien poco. Sin embargo aún puede alcanzarte para un paquete de goma negra. Es un derivado de la nicotina, alquitrán y otras sustancias químicas. Mucho más tóxico que el antiguo tabaco que se masca directamente. Pero, realmente, ¿quién tiene miedo hoy en día miedo a morir de cáncer?

No hay comentarios: