Hace poco me preguntaste cuando te iba a dedicar un poema. Realmente llevaba tiempo con ganas de escribir algo, pero no encontré el momento, supongo que ahora lo es. Realmente no sé hacerme de rogar (ya lo irás viendo si me aguantas) y tampoco quería en este caso, solo espero que te guste.
Las sensaciones están a la vuelta de la esquina,
cuando menos lo esperamos.
Se acurrucan en lo más oscuro cuando las buscamos:
cierran la puerta, echan el pestillo, tiran la llave.
Sin embargo, cuando nos olvidamos de buscar,
cuando hemos dejado la esperanza en casa, en el rincón del paragüero, porque decían que no iba a llover,
cuando decidimos aceptar y no esperar,
ahí, la mirada se vuelve más limpia, más aguda.
Se entona, acertando remolonamente la nota, casi sin querer y a última hora.
La cuerda, tensa, casualmente afinada, se escapa y vibra, y algo resuena.
A esa nota la siguen otras, a veces rápido, a veces despacio.
Por momentos se enlentece tanto que parece que se va a quedar en silencio, el corazón da un pequeño vuelco, y de esa tensión acumulada nace una nueva nota, limpia.
No es la canción que esperabas. No es la canción que llevas años escuchando, tantos que casi aborreces.
Tampoco la canción del verano, que la escuchas quieras o no, y apenas dura unos meses y se va de tu vida para siempre.
No es ninguna canción que conoces, pero es la canción que quieres escuchar.
Es la que pones una y otra vez, la que tarareas sin darte cuenta cuando estás distraído, la que pones en el móvil antes de entrar en la ducha.
Una canción, como todas, con altos y bajos, con su estribillo y su letra.
Te dedicas a apreciar cada parte de ella, a disfrutarla.
La letra la vas aprendiendo sola, sin prisa, simplemente a base de escuchar sin analizar, de recrearse en cada sonido.
Y, con suerte, algún día aprenda a tocarla.
No es lo que quería escribir, ni lo que pensaba escribir, pero eso muy pocas veces lo decido yo. No sé si realmente te va a gustar, pero, sea así o no, de alguna forma siento que es acertada.